Corazón Inmaculado de María |
Esta breve frase resume a la perfección la actitud de María ante los acontecimientos de su vida. No lograba entenderlos, pero no los rechazó sino que los aceptó y guardó en su corazón. ¡Qué corazón tan grande para dar cabida a tantos y tales sentimientos!
¿Quién
era María?
María
era una piadosa y sencilla doncella que vivía en Nazaret; “desposada
con un varón de nombre José, de la casa de David” (2,27).
¿Qué
significa desposada? María era un doncella prometida
a José, pero aún no se había celebrado el matrimonio, es decir, la
novia no había sido conducida a la casa del novio, acto que marcaba
el inicio del matrimonio. Entre el compromiso de unión (esponsales)
y el matrimonio transcurría un tiempo, más o menos largo según las
circunstancias. En este intervalo María fue visitada por el ángel
Gabriel.
RECUERDOS
QUE MARÍA GUARDÓ EN SU CORAZÓN
Siguiendo
los Evangelios, he aquí los recuerdos atesorados celosamente:
María
fue elegida por Dios para que el Verbo Eterno tomase carne en sus
entrañas. Ella no lo sabía, se enteró cuando el ángel le
dijo: “Salve, llena de gracia, el Señor es contigo...
concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por
nombre Jesús” (2, 28.31)
Y
María “conservó
todo en su corazón”.
LA
ENCARNACIÓN
María
prestó su asentimiento: “He aquí la esclava del Señor.
Hágase en mí según tu palabra” (2,38) En ese instante
se realizó la ENCARNACION del Verbo en su seno virginal.
Y
María “conservó todo en su corazon”.
María
visitó a su prima Isabel y, llenas del Espíritu Santo, se
felicitaron mutuamente. Isabel clamó:¡Bendita tú entre las
mujeres y bendito el fruto de tu vientre! (2,42) y María
respondió con el canto del Magníficat (2, 46-55).
Y
María “conservó todo en su corazón”.
El
Nacimiento y primeros años de Jesús
Cumplidos
los días del parto, María dio a luz a su hijo (2, 1-7), presenció
la adoración de los pastores (2,8-20) y de los magos (Mt 2,1-12); la
huida a Egipto (Mt 2,13ss); la circuncisión del Niño (Lc 2,21); la
presentación en el templo (2,22); el encuentro con el anciano Simeón
(2,25-25) y con la profetisa Ana (36-38).
Y
María “conservó
todo en su corazón”.
La
pérdida del Niño Jesús en el templo
“Jesús
crecía y se fortalecía lleno de sabiduría” (2,40),
cuando tenía doce años fue con sus padres a Jerusalén para
celebrar la Pascua, y “al
volverse ellos.. el Niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus
padres lo advirtiesen” (2,
43), “le
hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores” (2,46),
sorprendidos, le preguntó su Madre: “Hijo,
¿por qué has obrado así con nosotros?... Él les dijo: ¿Por qué
me buscábais? ¿No sabíais que debo ocuparme en las cosas de mi
Padre? Ellos no entendieron lo que les decía” (2,48-50).
Hasta
el comienzo de la predicación de Jesús, los evangelios son muy
parcos en noticias sobre María. San Lucas se limita a decir: “Bajó
(Jesús) con ellos y vino a Nazaret, y les estaba sujeto, y su
madre conservaba todo esto en su corazón” (2,51).
San
Juan en el relato de la boda de Caná dice que “estaba allí la
madre de Jesús” (Jn 2,1), hay que notar que no dice el
nombre de María porque se trata de un relato en el que se
hace patente la misión para la que había sido enviado por el
Padre.
Los
tres sinópticos, hablando de los parientes de Jesús, dicen “su
madre y sus hermanos” (Mt 12,46; Mc 3,31 y Lc 8,19), sin
designar tampoco a María por su nombre.
Y
María “conservó
todo en su corazón”.
Pasión
y muerte de Jesús
Ninguno
de los evangelistas cita explítamente a María cuando relata la
pasión de Jesús hasta su crucifixión. Cuando Jesús ya había
expirado sobre la cruz, mencionan a las mujeres que le
acompañaban: San Mateo dice: “Había
allí, mirándole desde lejos, muchas mujeres..” (27,55). San
Marcos dice que “había también unas mujeres
que le miraban de lejos” (15, 40).
Aunque
no lo digan ni San Mateo ni San Marcos, sabemos por el evangelio de
San Juan, que María estuvo al pie de la cruz de Jesús: “Estaban
junto a la cruz de Jesús su Madre y la hermana de su Madre, María
la de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su Madre y al
discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a la Madre: Mujer,
he ahí a tu hijo. Luego dijo al discípulo: He ahí a tu Madre. Y
desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa” (Jn
19, 25-27) .
Este
es para María el momento supremo de dolor por la pérdida de su
Hijo, pero también el instante supremo de esperanza. Ella siempre ha
vivido de la fe, de la confianza en el Dios que cumple
sus promesas y su corazón dolorido le dice que no todo está
perdido, que espere y confíe. Es la hora de la entrega a la voluntad
del Padre.
María
repite en su corazón las palabras de asentimiento a la voluntad de
Dios: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según
tu palabra” (Lc 2,38). Tras la conformidad, espera, confía
y.... “guarda
todo en su corazón”.
La
piedad cristiana siempre ha visto en las palabras dichas por
Jesús a su Madre: “Mujer,
he ahí a tu hijo” y las dichas a San Juan: “He
ahí a tu Madre”, la relación materno-filial espiritual
entre ambos. María vio en San Juan el representante de todos los
hijos de Dios, desde aquel instante nos amó con amor de Madre, con
el mismo corazón que amó a su Hijo Jesús. La relación
materno-filial se hace extensiva a todos los que hemos sido elevados
a la dignidad de hijos de Dios (Rom 8,14-16) y María extiende sus
cuidados maternales a todos los hijos del Padre celestial por la
adopción en Jesús
María
Madre de la Iglesia
Nada
dicen los evangelios, pero se supone que María fue la primera que
vio a Jesús Resucitado. Después siguieron la aparición a María
Magdalena y a los apóstoles. Fueron días de intensa conmoción,
mezcla de alegría por la resurrección de Jesús y de miedo a los
judíos. La Virgen María se reunía con los apóstoles y discípulos
de Jesús para orar. En una de estas reuniones, “quedaron
todos llenos del Espíritu Santo” (Ac 2,4). En ese día de
Pentecostés nació la Iglesia y María se convirtió en Madre de la
Iglesia.
María
abre su corazón de Madre espiritual y derrama sus bendiciones sobre
sus hijos
Concluida
su etapa terrenal, María fue asunta
al cielo, donde goza de la plenitud de Dios e intercede por
sus hijos espirituales. Su misión de Madre espiritual la convierte
en Mediadora ante su Hijo. Jesús concede su bendición y su gracia a
los que se encomiendan a María y Ella está siempre a la espera de
recibir los ruegos y confidencias de sus hijos espirituales.
María
es la Madre con un corazón lleno de ternura que cuida a sus hijos
dispersos por el mundo. Este es el Corazón Inmaculado de María,
corazón de carne y símbolo del inmenso amor que María como persona
siente y profesa a sus hijos espirituales.
La
devoción al Corazón Inmaculado de María nos induce a tratarla con
sencillez y confianza, con la misma sencillez y confianza de los
niños pequeños hacia sus madres. Nadie mejor que la madre para
guiar, aconsejar y consolar a sus hijos, nadie mejor que María,
nuestra Madre celestial, para guiar, aconsejar y consolar a sus hijos
adoptivos en nuestro caminar hacia la casa del Padre.
La
Fiesta del Inmaculado Corazón de María
Fue
San Juan Eudes quien promovió la celebración litúrgica del
Inmaculado Corazón de María de manera pública y por primera vez,
el 8 de febrero de 1648, tuvo lugar en la catedral de Autun
(Francia). En diferentes ocasiones, diversas personas y grupos
religiosos, especialmente los Misioneros del Inmaculado corazón de
María, fundados por San Antonio María Claret, pidieron a la Santa
Sede la aprobación de esta fiesta para toda la Iglesia.
Consagración
del mundo e institución de la fiesta
El
31 de octubre de 1942, el Papa Pío XII consagró la Iglesia y el
género humano al Inmaculado Corazón de María, y el 4 de marzo de
1944 decretó que toda la Iglesia latina celebrase la fiesta el 22 de
agosto. La renovación litúrgica ha cambiado la fecha pasando a
celebrarse el sábado siguiente a la del Sagrado
Corazón de Jesús que tiene lugar el viernes de la segunda
semana de Pentecostés.
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