21
DE NOVIEMBRE
El
Quinche
Es
un pueblo del noroeste de la ciudad de Quito (Ecuador), en
las faldas de la cordillera que se eleva desde el río Guayllabamba.
Alberga unos 2500 habitantes, en crecimiento por la afluencia de
gente itinerante, tanto por las romerías al Santuario de la Virgen
como por las ferias.
Historia
A
partir del año 1534, los
conquistadores españoles sometieron a los incas que
previamente se habían apoderado de las tierras ecuatorianas. Los
conquistadores iban seguidos
por los misioneros para
la evangelización de los indígenas. Para
la España del XVI los indígenas eran salvajes, capaces de todas las
atrocidades, por lo que debían ser esclavizados, o seres ingenuos
que debían ser protegidos y guiados.
Los
misioneros llevaron
a América la
devoción a la Virgen de
Guadalupe, que a la sazón
era una de las devociones más fuertes de la península ibérica, y
se construyeron santuarios marianos en diversos lugares conquistados.
En
Ecuador, el primer santuario mariano fue el de Guápulo, en la Real
Audiencia de Quito. El escultor español Diego de Robles esculpió la
imagen y muy pronto alcanzó fama de imagen milagrosa que
atrajo la “veneración”
de españoles e indígenas.
Los
indios del poblado de Lumbisí deseaban
tener una imagen de la Virgen tan milagrera como la de Guápulo y se
la encargaron a Diego de Robles, éste talló la imagen en el año
1588 y, cuando la entregó, los Lumbisí no pudieron pagar el precio
convenido, por lo que se la llevó a los indígenas de Oyacachi y
éstos le pagaron con unos tablones de cedro.
La
leyenda
A
la historia se añadió después la leyenda: Los indios oyacachis se
habían refugiado en una cueva para librarse del ataque de los osos.
Pasó por allí una mujer que les prometió librarles de los osos con
la condición de que se instruyesen en el evangelio y convirtiesen a
la religión católica.
Los
oyacachis no accedieron a la petición y la mujer se les presentó en
tres ocasiones, siempre con la misma petición. Los encuentros eran
al caer el sol y, ante la imposibilidad de encontrar lugar para
pernoctar ni seguir su camino por la oscuridad de la noche, la
invitaron a quedarse con ellos, pero ella nunca aceptó porque,
decía, tenía que llegar al pueblo
de El Quinche. La mujer, que
portaba un niño en brazos, se iba y regresaba sin muestras visibles
de haber sufrido penalidades en el camino.
Todo
les resultaba tan extraordinario y espectacular que resolvieron
aceptar la petición de la mujer y evangelizarse. Acto seguido,
cesaron los problemas con los osos. Quisieron tener una imagen
católica a la que agradecer el favor; Diego Robles se enteró del
deseo de los oyacachis y se presentó con la imagen que los de
Lumbisí no le pudieron pagar, se la ofreció a los oyacachis y éstos
reconocieron en ella los rasgos de la señora de la cueva, la
compraron con unos tablones de cedro y la colocaron en la hendidura
de un peñasco, llamándola La Virgen de la
Peña.
La
imagen
Es
una talla en madera de cedro de 62 centímetros de altura. La imagen
actualmente queda oculta, salvo manos y rostro, por los vestidos
bordados con hilos de oro y plata y las muchas joyas regaladas por
sus fieles devotos. La Virgen tiene un cetro en la mano derecha y
sostiene con la izquierda al Niño. La Madre y el Niño son de color
moreno,
Fue
coronada en 1943 y su fiesta se celebra el 21 de noviembre, único
día que la imagen deja su altar y sale para recibir a los que
peregrinan desde todos los puntos de la nación.
De
la primera capilla al Santuario actual
La
imagen permaneció quince años en la hendidura de la peña bajo el
cuidado de los Oyacachi, que la llaman afectuosamente “La
Pequeñita”.
La
imagen se hizo muy popular en toda la comarca y comenzaron las
romerías, en tal número que los indios construyeron una capilla
para ubicar la imagen de la Virgen.
Pidieron
a Diego Robles que construyese el altar de la Virgen, a lo que él se
negó y emprendió viaje a Quito. Cuando pasaba por un puente del
río, el caballo que montaba se encabritó y lanzó al jinete fuera
de la silla; tuvo suerte, uno de sus pies quedó sujeto entre dos
maderos del puente, Diego se encomendó a la Virgen y, el que podía
haber muerto en las aguas del río, fue rescatado por unos
caminantes. El escultor volvió sobre sus pasos y construyó el altar
de la Virgen.
El
hecho acrecentó la fama de la Virgen y oleadas de peregrinos
comenzaron a llegar de todas partes. Se dice que hasta el obispo de
Quito llegó caminando.
Traslado
de la imagen desde Oyacachi al Quinche
El
poblado de Oyacachi era, a la
sazón, un anejo perteneciente a El Quinche, y la mujer misteriosa
de la cueva había dicho que tenía
que llegar al pueblo de El Quinche. Esto fue
interpretado como un deseo de la Virgen.
Oto
argumento para el cambio era que los caminos que conducían a
Oyacachi eran como sendas de muerte y los peregrinos tenían que
soportar muchas incomodidades. Esto era cierto, pero también lo es
que la ubicación de El Quinche, desde antes de la colonización,
controlaba el paso de la montaña a la región amazónica, con una
red vial que favorecía que las gentes vecinas visitasen el templo al
sol, construido por los incas, que gozaba de gran relevancia.
En
Europa, desde la época de difusión del cristianismo, se acostumbró
construir santuarios cristianos sobre antiguos templos paganos y esta
idea pudo también influir para el traslado de la imagen desde
Oyacachi al Quinche.
Se
puede. por tanto, concluir que el traslado de la imagen no fue
casual, en esta etapa de la colonización, la Virgen María y sus
imágenes eran utilizadas como estrategia de evangelización e
impulsar la fe católica en lugares importantes.
El
resultado fue que, en marzo de1604, el obispo de Quito, Fray Luis
López de Solís, dispuso que la imagen fuese trasladada al pueblo de
El Quinche, del cual tomó el nombre, y fuese colocada en la iglesia
parroquial.
Lo
que antes sucediera en Oyacachi pasó también el El Quinche, la
parroquia fue insuficiente y, en 1630, la preciada imagen fue
trasladada a una más grande que, al paso de los años, también
sufrió diversas modificaciones, hasta su reconstrucción tras el
terremoto de 1869.
El
Santuario
En
1905
se inició la construcción del actual Santuario, que concluyó
en 1927. Fue elevado al rango de Basílica Menor por el Papa Juan
XXIII, el 2 de mayo de 1959. En 1960 Juan XXIII y Pablo VI en 1965
enviaron sendos cirios como muestra de su devoción.
Religión
y religiosidad
La
religión es un sistema doctrinal articulado de
conocimientos y de símbolos que establecen, en los seres humanos,
motivaciones y estados anímicos fuertes y duraderos que genera un
concepto de vida y de conducta. Este concepto vincula las relaciones
del ser humano con sus semejantes y con el ser divino. La religión
es el alma de la conducta del creyente.
La
religiosidad es la forma que
tienen los individuos y las colectividades de expresar sus creencias
religiosas en los diferentes tiempos y lugares. En más vivencial que
doctrinal.
La
religiosidad popular encierra
un conjunto de creencias subjetivas, de símbolos y ritos, producto
de la historia del pueblo. En el caso de Hispanoamérica, la
religiosidad popular está marcada por el proceso de inculturación
del cristianismo en la cultura indígena precolombina.
Las
“caminatas” y peregrinaciones al Quinche
Son
formas de religiosidad popular cargadas de emociones, producto de su
historia.
La
peregrinación al santuario de El Quinche, cuando se hace a pie, es
especialmente penosa porque la caminata atraviesa los montes de los
alrededores del pueblo.
Desde
hace más de 400 años, cuando la imagen fue trasladada desde
Oyacachi a El Quinche, se realizan las “caminatas”
durante todo el año, pero especialmente los fines de semana del mes
de noviembre hasta el día 21, que es la fiesta principal, “el
cumpleaños de la Virgen”.
Atraídos
por la fama milagrosa de la imagen, peregrinan a El Quinche por muy
diversos motivos: casarse, confesarse, bautizar a sus vástagos o
pedir consejo a un sacerdote.
La
peregrinación es, sobre todo, una religiosidad
de agradecimiento, de
acción de gracias por los favores recibidos y también de
petición de
nuevos favores.
Peligros
En
el Quinche, como en los demás centros de peregrinación de todo el
mundo, a los fieles les acecha el peligro de creer que es la Virgen
quien les concede favores, por eso acuden a Ella; en realidad, la
Santísima Virgen SOLAMENTE ES INTERCESORA
ANTE SU HIJO.
Dios,
manifestado como Padre, Hijo y Espíritu Santo, es el único que
concede dones, gracias y favores. La Virgen y los santos no tienen
poder directamente, su poder es interceder ante Dios.
La
religiosidad popular suele ir acompañada de promesas.
Bienvenida sea la promesa hecha por agradecimiento, no así la
formulada para obtener favores de Dios: Si me concedes tal cosa, yo
prometo…
Lo
correcto es elevar las peticiones a Dios directamente o a través de
la Virgen María y de los santos, como intercesores, y hacerlo con
confianza en nuestro Padre.
No
se puede rezar a Dios poniendo condiciones. Las promesas son
ofrecimientos, no regateos.
Jesús
nos dijo: “vuestro Padre conoce vuestras necesidades
antes de que se las pidáis” (Mt 6,8). “Todo cuanto con fe
pidiereis en la oración, lo recibiréis” (Mt 21,22). “Pedid
y recibiréis; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá” (Mt
7,7)
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