La montaña de Montserrat, levanta su extraordinaria mole en
el mismo corazón geográfico de Cataluña. Con razón, El 11 de septiembre de 18 44,
el Papa León XIII declaró oficialmente a la Virgen de Montserrat como patrona de las diócesis
catalanas.
Consta históricamente que en el siglo IX existía en la
montaña una ermita dedicada a Santa María. Wifredo el Velloso la cedió al
monasterio de Santa María de Ripoll y un prelado de este monasterio, el abad
Oliva, siglo y medio después, estableció una pequeña comunidad monástica junto
a la ermita.
Santa María de Montserrat es una hermosa talla románica del
siglo XII, realizada en madera de álamo. Dorada y policromada,
se presenta sentada, teniendo al Niño sobre sus rodillas; el rostro y las manos
de las dos figuras ofrecen la particularidad de su color negro, debido, en
buena parte, según opinión de los historiadores, al humo de las velas y
lámparas en el transcurso de los siglos.
La devoción a Santa María de Montserrat se extendió
rápidamente por las tierras de Cataluña, alcanzó bien pronto a otros puntos de la Península y se divulgó
por el centro de Europa.
Más tarde el descubrimiento de América y el apogeo del
imperio hispánico la extendieron y consolidaron en el mundo entonces conocido.
No sólo se dedican a Nuestra Señora de Montserrat las primeras iglesias del
Nuevo Mundo, se multiplican los templos,
monasterios e incluso poblaciones, sino que la advocación mariana de la montaña
sigue también los grandes caminos de Europa. Es interminable la sucesión de personalidades señaladas por
la devoción a Santa María de Montserrat.
Los santos la visitan en su santuario:
San Juan de Mata, San Pedro Nolasco, San Raimundo de Peñafort, San Vicente
Ferrer, San Luis Gonzaga, San Francisco de Borja, San José de Calasanz, San
Benito Labre, el Beato Diego de Cádiz, San Antonio María Claret, y San Ignacio
de Loyola, convertido en capitán del espíritu a los pies de la Virgen negra.
Los monarcas y los poderosos suben también a honrarla en su
montaña: después del paso de todos los reyes de la corona aragonesa, con sus
dignatarios y con sus casas nobles, el emperador Carlos V visita Montserrat hasta
nueve veces y Felipe II, devoto de Santa María, se complace en la conversación
con sus monjes y ermitaños.
Los poetas y literatos de todos los tiempos forman también la
sucesión de devotos de Santa María de Montserrat: Alfonso el Sabio la dedica
varias cantigas, Ayala, Cervantes, Lope de Vega, Goethe, Schiller, Mistral, con
los escritores catalanes en su totalidad, cantan las glorias de la Moreneta , de su santuario
y de su montaña.
Familias distinguidas y humildes devotos se honran en ofrecer
sus donativos a la Virgen ,
para sostener la tradicional magnificencia de su culto, atendido desde los
orígenes por los monjes benedictinos.
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