TRISTE ES LA SOLEDAD, ALEGRE LA COMPAÑÍA; LA TUYA SERÁ PERFECTA SI TE ACOMPAÑA MARÍA.

viernes, 31 de mayo de 2013

59.- LA VISITACIÓN DE MARÍA (31 de mayo)



María se puso en camino
En el momento de la Anunciación de Jesús, el ángel dijo a María: “Isabel, tu parienta, también ha concebido un hijo en su vejez, y ya es el sexto mes de la que era estéril” (Lc 1, 36).
Continúa el relato: “En aquellos días se puso María en camino y con presteza fue a la montaña, a una ciudad de Judá (1) y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Así que oyó Isabel el saludo del María, exultó el niño en su seno, e Isabel se llenó del Espíritu Santo y clamó con voz fuerte: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a visitarme? Porque así que sonó la voz de tu salutación en mis oídos, exultó de gozo el niño en mi seno. ¿Dichosa la que ha creído que se cumplirá lo que se le ha dicho de parte del Señor!” (Lc 1,39-43)

En la narración evangélica, la Visitación sigue inmediatamente a la Anunciación. La Virgen lleva en su seno al Hijo concebido por obra del Espíritu Santo e irradia en torno a sí el gozo espiritual.
El Ángel anunció a la Virgen María la maternidad de una mujer estéril y ya entrada en años, manifestando así que Dios puede hacer todo cuanto le place. Desde que lo supo, María, no por falta de fe en la profecía, no por incertidumbre respecto al anuncio, no por duda acerca de lo indicado por el Ángel, sino por el regocijo de la noticia y presurosa por el gozo que ésta le causó, se dirigió a la montaña, al pueblo donde residía Isabel.
La lentitud en el esfuerzo es extraña a la gracia del Espíritu y María, llena del Espíritu Santo y ajena a todo esfuerzo, sólo piensa en ayudar a su prima.

Beneficios de la llegada de María
Bien pronto se manifiestan los beneficios de la llegada de María y de la presencia del Señor; pues, con su sola presencia, saltó de gozo el hijo de Isabel, Juan, destinado a preparar los caminos al Hijo de Dios hecho hombre, e Isabel  se llenó del Espíritu Santo.
Donde está María, allí está Cristo; y donde está Cristo, allí está el Espíritu Santo. El “sí” de María en la Anunciación trajo sobre ella a Cristo encarnado, don supremo de Dios e hizo que la humanidad alcanzase la cumbre convirtiendo el vientre de la Virgen en morada de la divinidad.
Isabel fue la primera en oír la voz de María, pero Juan fue el primero en experimentar, en el vientre de su madre, la gracia del Espíritu; Isabel escuchó según las facultades de la naturaleza, pero Juan, en cambio, se alegró a causa del misterio.
Isabel sintió la proximidad de María, Juan la del Señor; la mujer oyó la salutación de la mujer, el hijo sintió la presencia del Hijo; ellas proclaman la gracia, ellos, viviéndola interiormente, logran que sus madres se aprovechen de este don hasta tal punto que, con un doble milagro, ambas empiezan a profetizar por inspiración de sus propios hijos.
El niño (Juan) saltó de gozo y la madre (Isabel) fue llena del Espíritu Santo.
No se dice que María fuese llena del Espíritu Santo, pues ya lo estaba desde el momento de su concepción, ya actuaba según el Espíritu y así lo había corroborado el ángel cuando la saludó con las palabras: “Salve, llena de gracia, el Señor es contigo” (Lc 1,28) Isabel fue llena del  Espíritu después de concebir a Juan; María, en cambio, lo había sido antes de concebir a Jesús.

Mutua felicitación y mutua alabanza a Dios
Las dos madres, llenas del espíritu de Dios, aunque en diverso grado, se felicitan mutuamente y juntas alaban al Señor que las ha bendecido tan maravillosamente. María lleva en su seno al Salvador de los hombres, el cual hace sentir sus efectos en Isabel y en el fruto de su vientre con una santificación prematura.
Con su visita a Isabel, María realiza el preludio de la misión de Jesús y, colaborando ya desde el comienzo de su maternidad en la obra redentora de su Hijo, pasa a ser el modelo de los que caminan por la vida llevando la luz y la alegría de Cristo a los hombres de todos los tiempos y lugares.
 “¡Dichosa tú que has creído!” dijo Isabel a María. Dichoso el que cree la Palabra de Dios y la sigue.
María entona el canto del "Magníficat", alabando la grandeza de Dios y las maravillas que ha hecho en su sierva.
Recuerdo las palabras de Jesús: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos él y en él haremos morada” Jn 14,23) ¿Puede haber dicha más grande que ser morada de la plenitud de Dios?



(1) El pueblo de Isabel, hoy se llama Ain Karim, está al sur de Jerusalén. María tuvo que hacer el viaje con alguna de las caravanas que iban a la Ciudad Santa.


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