En
este día, 2 de febrero, se celebran varias fiestas: La Purificación
de María, La Presentación de Jesús en el templo, Nuestra Señora
de la Candelaria, Ntra. Sra. de Copacabana; aunque con diversos
títulos, todas están referidas al suceso que narra San Lucas:
“Cuando
se cumplieron los días de la purificación, conforme la Ley de
Moisés, le llevaron a Jerusalén para presentarle al Señor, según
está escrito en la Ley del Señor que “todo varón primogénito
sea consagrado al Señor”, y para ofrecer un sacrificio, según lo
prescrito en la Ley del Señor, un par de tórtolas o dos pichones”
(2, 22-24).
En
este episodio de San Lucas podemos considerar tres puntos
importantes:
1º.-
La Ley de Moisés mandaba “Todo varón primogénito será
consagrado al Señor”(Lc 2, 23) Este hecho es la presentación
del Niño en el templo para cumplir el precepto por ser primogénito
(Ex 13,11-13).
2º.-
La Ley de Moisés obligaba a todas las mujeres a purificarse después
del parto y a ofrecer un sacrificio (Lev 12, 2ss).
María
fue al templo “Para ofrecer en sacrificio... un par de tórtolas
o dos pichones (Lc 2,24). María cumplió con el precepto de la
purificación, a pesar de no estar obligada porque su maternidad
había sido obra del Espíritu Santo y conservó su virginidad antes,
durante y después del parto. Su acatamiento de la Ley fue un ejemplo
de humildad y obediencia.
3º.-
La narración de San Lucas habla de un hombre justo y piadoso, en
quien habitaba el Espíritu Santo, llamado Simeón.
“Había
en Jerusalén un hombre llamado Simeón,justo y piadoso, que esperaba
la consolación de Israel y el Espíritu Santo estaba en él. Le
había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte
antes de ver al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu vino al
templo y al entrar los padres con el Niño Jesús para cumplir lo que
prescribe la Ley sobre Él, Simeón le tomó en sus brazos y,
bendiciendo a Dios, dijo: Ahora, Señor, puedes, según tu palabra,
dejar que tu siervo se vaya en paz; porque mis ojos han visto tu
salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz
para iluminar a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel. Y dijo a
María: Puesto está para caída y levantamiento de muchos en Israel
y para signo de contradicción; una espada atravesará tu alma”
(Lc 2, 25-35).
Lo
extraordinario es que Simeón reconoció que aquel Niño era el
“Mesías esperado”, la “Luz de las naciones” y
la “gloria de Israel”. El Niño, que cuarenta días antes,
había nacido en un pesebre, en la extrema pobreza, es llamado
“Mesías esperado, Luz de las naciones y gloria de Israel”.
A
continuación, el anciano Simeón dice que será “signo de
contradicción”.
Las
vidas de la Madre y del Hijo están íntimamente unidas. Simeón
descubre a María que su Hijo tendrá mala acogida en Israel y que
Ella tendrá que sufrir. María queda asociada al sacrificio de su
Hijo.
La
primitiva Iglesia de Jerusalén celebraba con el nombre de “El
Encuentro”, el 14 de febrero (cuarenta días después del 6 de
enero), la primera presentación de Jesús en el Templo, con una
solemne procesión a la Basílica de la Resurrección; era la forma
de festejar a Cristo, “Luz del mundo”.
Por
entonces, la fiesta no tenía nombre propio; se la llamaba “día
cuadragésimo después de Epifania”. La celebración del Nacimiento
de Jesús era entonces el día de Epifanía.
Desde
Jerusalén la fiesta del día cuadragésimo se extendió a toda la
Iglesia y, más tarde, pasó a celebrarse el 2 de febrero (cuarenta
días después del 25 de diciembre). En Oriente se celebraba como una
fiesta del Señor; en Occidente, como una fiesta de María.
La
bendición de las velas entró en uso común en el siglo XI. Según
el Misal Romano, el sacerdote celebrante bendice las velas y las
distribuye entre el clero y el pueblo; todos llevan las velas
encendidas durante la solemne procesión que representa la entrada de
Cristo, Luz del mundo, al Templo de Jerusalén.
La
fiesta de la Purificación de María recibe también el nombre de
Nuestra Señora de la Candelaria (1).
El
rito de la bendición de los cirios se inspira en las palabras de
Simeón ; “luz para iluminar a las naciones” y de él se
deriva el nombre popular de esta fiesta “La Candelaria”.
(1)
Esta advocación mariana ha dado origen al municipio de Candelaria en
la isla de Tenerife (España), donde es venerada con gran solemnidad.
La devoción a la Virgen de la Candelaria se ha extendido a otros pueblos y ciudades, tanto de España como de Latinoamérica,
cuyo detalle, por ser muchos, omito por razón de brevedad.
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