TRISTE ES LA SOLEDAD, ALEGRE LA COMPAÑÍA; LA TUYA SERÁ PERFECTA SI TE ACOMPAÑA MARÍA.

jueves, 11 de febrero de 2016

78.- XXIV JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

DIA 11 DE FEBRERO

LA VIRGEN DE LOURDES


En este día 11 de febrero de 2016, fiesta de La Virgen de Lourdes, se celebra la XXIV Jornada Mundial del Enfermo. La Celebración eucarística central de la Jornada será en Nazaret, donde “la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros” (Jn 1,14).
Estamos celebrando el Jubileo extraordinario de la Misericordia, con el tema tomado del evangelio de San Juan 2, 5:
Confiad en Jesús misericordioso como María: Haced lo que Él os diga” (Jn 2,
El tema pertenece al episodio de las bodas de Caná: “Hubo una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también Jesús con sus discípulos. No tenían vino, porque se había acabado el vino de la boda. En esto dijo la madre de Jesús a éste: No tienen vino. Díjole Jesús: Mujer, ¿qué nos va a mí y a tí? Aún no ha llegado mi hora. Dijo la madre a los sirvientes: Haced lo que Él os diga” (Jn 2, 1-5).
Los sirvientes hicieron lo que Jesús les mandó: “Llenad las tinajas de agua” (Jn 2, 7) y el agua se convirtió en vino.

Intervención de los personajes.
Jesús: Es un invitado más y como tal se comporta acompañado por sus discípulos. Sin duda, en Él están puestas todas las miradas, pero pretende pasar desapercibido. Aún no ha llegado su hora.
No obstante, atiende el ruego de su Madre, como adelanto de lo que será una constante a lo largo de su vida: Socorrer al que sufre alguna necesidad.
Como dice el evangelista San Lucas “curó a muchos de sus enfermedades” (Lc 7,21) y como Él mismo dijo a los enviados por Juan el Bautista: “Id y comunicad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados..” (Lc 7, 22).
Jesús, a pesar de no haber llegado su hora, atendió el ruego de María y, convirtiendo el agua en vino, evitó el sonrojo de los nuevos esposos.
María: Está en la boda participando con todos de la alegría propia del acontecimiento; pero, María es madre, atenta a los detalles que a los demás pasan desapercibidos, atenta a solucionar las dificultades que se puedan presentar.
En un momento dado, seguramente en uno de los varios días que duraba la celebración, María notó que se había acabado el vino. Para que nadie se enterase, llamó aparte a Jesús y, con ojos implorantes y llenos de misericordia, le dijo: No tienen vino.
No desanimó a María la aparente respuesta de indiferencia de Jesús (mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Aún no ha llegado mi hora), sino que, llena de bondad y de confianza en su Hijo, dijo a los servidores: Haced lo que Él os diga.
El ruego perseverante de María hizo que Jesús
Los esposos: En todo momento celebraron, felices y tranquilos, los festejos nupciales. Ni siquiera se percataron de lo sucedido.
Los servidores: Obedecieron primero a María y después a Jesús. Fueron testigos del primer milagro de Jesús y se limitaron a oír, ver, callar y servir.

Reflexiones
La Jornada Mundial del Enfermo que hoy celebramos nos invita a repensar y dar respuesta, a partir de la fe, a los interrogantes que nos plantean el dolor y la enfermedad, en especial cuando es grave.

Una primera reflexión es preguntarnos: ¿Qué esperan los enfermos que peregrinan a Lourdes?
Son numerosas las peregrinaciones al Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, en este día y durante todo el año. Enfermos, familiares y voluntarios peregrinan a la luz de la fe. Confían en la bondad, la misericordia y el amor de la Madre que conoce las necesidades de cada uno e intercederá ante su Hijo.
En Caná fue “no tienen vino”, en Lourdes es tienen enfermedades en todas sus dimensiones, dolores en todos sus ámbitos. María conoce la enfermedad, el dolor o la carencia de cada peregrino y, con su corazón de madre, compasivo y misericordioso, de nuevo, intercede ante su Hijo: “No tienen vino”.
María, en Lourdes, está presente y actuante en el corazón de los peregrinos llenos de confianza y abiertos a la gracia y a la misericordia de Jesús. Todos ponen sus súplicas en las manos de María. Tal vez, no recobren, o sí, la salud física; pero, todos vuelven a sus casas consolados en sus tribulaciones, llenos de paz y serenidad.
Como dice San Pablo: “Dios que nos consuela en todas nuestras tribulaciones hasta el punto de poder consolar nosotros a los demás en cualquier tribulación, … porque así como abundan en nosotros los padecimientos de Cristo, abunda también nuestro consuelo, gracias a Cristo” (2Co 1, 4-5).
Aunque el sentido del sufrimiento sea siempre algo misterioso, el consuelo que los enfermos hallan en Lourdes les ayuda a encontrar su sentido.

Una segunda reflexión: ¿Cuál es el papel de los voluntarios?
Es forzosa la comparación de los “sirvientes” en la boda de Caná con los “voluntarios” que acompañan a los enfermos que peregrinan a Lourdes; no en cuanto al aspecto de “voluntariedad”, por lo menos respecto a los sirvientes, sino haciendo incapié en el aspecto de “servicio”.
El servicio es un valor moral muy estimado en el cristianismo. Constatamos que los sirvientes sirvieron a los esposos cuando “llenaron las tinajas hasta el borde” (Jn 2,7)
A imitación de Jesús, quien “no ha venido a ser servido, sino a servir” (Mc 10, 45), los voluntarios sirven desinteresadamente a los enfermos. Muy bien se les puede aplicar este versículo del libro de Job: “Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies” (29, 15)
Los voluntarios en las peregrinaciones y los familiares cuidadores de los enfermos tienen el corazón abierto a su sufrimiento. Dan testimonio, no con palabras, sino con una vida entregada al servicio.
Como escribió el papa Francisco para la XXIII Jornada Mundial del Enfermo “los enfermos que tienen necesidad de una asistencia continuada para lavarse, vestirse o alimentarse... es difícil cuidar de una persona durante meses e incluso durante años, incluso cuando ella ya no es capaz de agradecer”.
Este acompañamiento, a veces silencioso, hace que los enfermos se sientan no sólo ayudados, sino amados y consolados; hace que comprendan que su vida tiene gran valor, aunque esté llena de dolor y sufrimiento o precisamente por eso. Los enfermos son la imagen viva de Cristo doliente.
El servicio de acogida y ayuda es una obra inspirada por Dios, pero Él se sirve de la insinuación de su Madre y de la colaboración humana para realizarla. Los voluntarios son las manos invisibles y el corazón escondido de Dios que obra a través de ellos. Sólo así se puede entender la ayuda, el cariño, el consuelo que ofrecen a los enfermos. Con razón, muchos enfermos y acompañantes pueden decir, dirigiéndose a Dios: “Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos” (Job 42,5).
Rizando el rizo, cabe preguntarnos ¿quién recibe más, los enfermos o los voluntarios? En el plano físico está claro que la balanza se inclina de parte de los enfermos; pero, ¿sucede lo mismo en el plano espiritual? Es un dilema difícil, pues unos y otros salen enormemente reforzados. Todo quedará en el plano personal.




   

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