DIA 11 DE FEBRERO
En
este día 11 de febrero de 2016, fiesta de La Virgen de Lourdes, se
celebra la XXIV Jornada Mundial del Enfermo. La Celebración
eucarística central de la Jornada será en Nazaret, donde “la
Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros” (Jn 1,14).
Estamos
celebrando el Jubileo extraordinario de la Misericordia, con el tema
tomado del evangelio de San Juan 2, 5:
Confiad
en Jesús misericordioso como María: Haced lo que Él os
diga” (Jn 2,
El
tema pertenece al episodio de las bodas de Caná: “Hubo una boda
en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado
también Jesús con sus discípulos. No tenían vino, porque se había
acabado el vino de la boda. En esto dijo la madre de Jesús a éste:
No tienen vino. Díjole Jesús: Mujer, ¿qué nos va a mí y a tí?
Aún no ha llegado mi hora. Dijo la madre a los sirvientes: Haced lo
que Él os diga” (Jn 2, 1-5).
Los
sirvientes hicieron lo que Jesús les mandó: “Llenad las
tinajas de agua” (Jn 2, 7) y el agua se convirtió en
vino.
Intervención
de los personajes.
Jesús: Es
un invitado más y como tal se comporta acompañado por sus
discípulos. Sin duda, en Él están puestas todas las miradas, pero
pretende pasar desapercibido. Aún no ha llegado su hora.
No
obstante, atiende el ruego de su Madre, como adelanto de lo que será
una constante a lo largo de su vida: Socorrer al que sufre alguna
necesidad.
Como
dice el evangelista San Lucas “curó a muchos de sus
enfermedades” (Lc 7,21) y como Él mismo dijo a los
enviados por Juan el Bautista: “Id y comunicad a Juan lo que
habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos
quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres
son evangelizados..” (Lc 7, 22).
Jesús,
a pesar de no haber llegado su hora, atendió el ruego de María y,
convirtiendo el agua en vino, evitó el sonrojo de los nuevos
esposos.
María: Está
en la boda participando con todos de la alegría propia del
acontecimiento; pero, María es madre, atenta a los detalles que a
los demás pasan desapercibidos, atenta a solucionar las dificultades
que se puedan presentar.
En
un momento dado, seguramente en uno de los varios días que duraba la
celebración, María notó que se había acabado el vino. Para que
nadie se enterase, llamó aparte a Jesús y, con ojos implorantes y
llenos de misericordia, le dijo: No tienen vino.
No
desanimó a María la aparente respuesta de indiferencia de
Jesús (mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Aún no ha llegado
mi hora), sino que, llena de bondad y de confianza en su Hijo,
dijo a los servidores: Haced lo que Él os diga.
El
ruego perseverante de María hizo que Jesús
Los
esposos: En todo momento celebraron, felices y
tranquilos, los festejos nupciales. Ni siquiera se percataron de lo
sucedido.
Los
servidores: Obedecieron primero a María y después a
Jesús. Fueron testigos del primer milagro de Jesús y se limitaron a
oír, ver, callar y servir.
Reflexiones
La
Jornada Mundial del Enfermo que hoy celebramos nos invita a repensar
y dar respuesta, a partir de la fe, a los interrogantes que nos
plantean el dolor y la enfermedad, en especial cuando es grave.
Una
primera reflexión es preguntarnos: ¿Qué
esperan los enfermos que peregrinan a Lourdes?
Son
numerosas las peregrinaciones al Santuario de Nuestra Señora de
Lourdes, en este día y durante todo el año. Enfermos, familiares y
voluntarios peregrinan a la luz de la fe. Confían en la bondad, la
misericordia y el amor de la Madre que conoce las necesidades de cada
uno e intercederá ante su Hijo.
En
Caná fue “no tienen vino”, en Lourdes es tienen
enfermedades en todas sus dimensiones, dolores en todos sus ámbitos.
María conoce la enfermedad, el dolor o la carencia de cada peregrino
y, con su corazón de madre, compasivo y misericordioso, de nuevo,
intercede ante su Hijo: “No tienen vino”.
María,
en Lourdes, está presente y actuante en el corazón de los
peregrinos llenos de confianza y abiertos a la gracia y a la
misericordia de Jesús. Todos ponen sus súplicas en las manos de
María. Tal vez, no recobren, o sí, la salud física; pero, todos
vuelven a sus casas consolados en sus tribulaciones, llenos de paz y
serenidad.
Como
dice San Pablo: “Dios que nos consuela en todas nuestras
tribulaciones hasta el punto de poder consolar nosotros a los demás
en cualquier tribulación, … porque así como abundan en nosotros
los padecimientos de Cristo, abunda también nuestro consuelo,
gracias a Cristo” (2Co 1, 4-5).
Aunque
el sentido del sufrimiento sea siempre algo misterioso, el consuelo
que los enfermos hallan en Lourdes les ayuda a encontrar su sentido.
Una
segunda reflexión: ¿Cuál
es el papel de los voluntarios?
Es
forzosa la comparación de los “sirvientes” en la boda de Caná
con los “voluntarios” que acompañan a los enfermos que
peregrinan a Lourdes; no en cuanto al aspecto de “voluntariedad”,
por lo menos respecto a los sirvientes, sino haciendo incapié en el
aspecto de “servicio”.
El
servicio es un valor moral muy estimado en el cristianismo.
Constatamos que los sirvientes sirvieron a los esposos cuando
“llenaron las tinajas hasta el borde” (Jn 2,7)
A
imitación de Jesús, quien “no ha venido a ser servido, sino a
servir” (Mc 10, 45), los voluntarios sirven
desinteresadamente a los enfermos. Muy bien se les puede aplicar este
versículo del libro de Job: “Era yo los ojos del ciego y del
cojo los pies” (29, 15)
Los
voluntarios en las peregrinaciones y los familiares cuidadores de los
enfermos tienen el corazón abierto a su sufrimiento. Dan testimonio,
no con palabras, sino con una vida entregada al servicio.
Como
escribió el papa Francisco para la XXIII Jornada Mundial del Enfermo
“los enfermos que tienen necesidad de una asistencia continuada
para lavarse, vestirse o alimentarse... es difícil cuidar de una
persona durante meses e incluso durante años, incluso cuando ella ya
no es capaz de agradecer”.
Este
acompañamiento, a veces silencioso, hace que los enfermos se sientan
no sólo ayudados, sino amados y consolados; hace que comprendan que
su vida tiene gran valor, aunque esté llena de dolor y sufrimiento o
precisamente por eso. Los enfermos son la imagen viva de Cristo
doliente.
El
servicio de acogida y ayuda es una obra inspirada por Dios, pero Él
se sirve de la insinuación de su Madre y de la colaboración humana
para realizarla. Los voluntarios son las manos invisibles y el
corazón escondido de Dios que obra a través de ellos. Sólo así se
puede entender la ayuda, el cariño, el consuelo que ofrecen a los
enfermos. Con razón, muchos enfermos y acompañantes pueden decir,
dirigiéndose a Dios: “Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora
te han visto mis ojos” (Job 42,5).
Rizando
el rizo, cabe preguntarnos ¿quién
recibe más, los enfermos o los voluntarios? En el
plano físico está claro que la balanza se inclina de parte de los
enfermos; pero, ¿sucede lo mismo en el plano espiritual? Es un
dilema difícil, pues unos y otros salen enormemente reforzados. Todo
quedará en el plano personal.
ENLACE: Ntra.
Sra. de Lourdes
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