Como
el misterio de Cristo es uno y no lo podemos abordar en partes; lo
haremos bajo diversos aspectos: el histórico, el salvífico y el
eclesial.
1º.-
Aspecto histórico
Comprende
los hechos de la vida de Jesús, en los se revela como Hijo de Dios y
Salvador de los hombres.
Estos
hechos fueron testimoniados por sus apóstoles y seguidores que los
transmitieron a la posteridad como fundamento de la fe. Leemos en el
evangelio de San Juan: “
Jesús realizó en presencia de sus discípulos otras muchas señales,
que no están escritas en este libro. Estas lo han sido para que
creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y para que,
creyendo, tengáis vida en vosotros”. (Jn
20, 30s)
Los
acontecimientos de la vida de Jesús son un trampolín que, a través
de la fe, lanza a la manifestación de Jesús como Salvador de los
hombres, revelador del amor del Padre e Hijo de Dios. Los hechos
históricos impulsan al conocimiento de la verdad revelada.
¿Cómo
está María integrada en el aspecto histórico?
La
historia de Jesús comienza con la encarnación del Verbo de Dios en
las entrañas de una doncella, Maria, que con
su SI quedó, para siempre asociada a la historia de su hijo. María,
en cuanto mujer, es la garantía de que hubo una verdadera
encarnación, pues fue su carne de mujer la que tomó el Verbo para
hacerse hombre.
María
forma parte del misterio de Jesús porque Él se nos reveló a través
de ella, vino a nosotros a través de ella. María recibe toda su luz
del misterio obrado en su seno; la conexión entre María y el
misterio de Cristo es tan grande y tan íntima que sólo en función
de Cristo encarnado se puede llegar a la comprensión de María.
Por
esto, la reflexión teológica sobre María no puede terminar en su
persona, sino que debe prolongarse hasta descubrir la presencia de
Cristo, al que está subordinada en el plano de la salvación.
María
es parte integrante del misterio de la encarnación de tal forma que,
para reflexionar sobre la encarnación, hay que hacerlo sobre María
y, viceversa, reflexionar sobre María lleva inevitablemente a
hacerlo sobre la encarnación. El misterio de
Cristo es ininteligible sin María.
Aspecto salvífico
Hablar
de la salvación del hombre es hablar de la redención obrada por
Jesús que hace posible dicha salvación. La redención la podemos
contemplar objetiva y subjetivamente.
Redención objetiva
Es
la obra de Cristo que posibilita a los hombres la liberación del
pecado y la filiación divina. Es una oferta que Dios hace a cada
hombre y que éste puede hacer suya. Se llama objetiva porque la
oferta está fuera del hombre.
Redención subjetiva
Es
la apropiación por parte del hombre, mediante la fe, de la redención
objetiva. El ser humano, por su fe, dice Sí a la oferta de Dios. Por
la redención subjetiva se perdonan los pecados y el hombre es,
realmente, hijo adoptivo de Dios.
¿Cómo está María presente en la redención objetiva?
Ya
hemos dicho y lo repetimos ahora que no se puede admitir ninguna
mediación humana que complete la redención de Cristo o que sea
independiente de ésta. Todo mediados y toda mediación humana están
subordinados a la mediación de Cristo, de tal manera que todo su
valor de mediación depende única y exclusivamente de los méritos
de Cristo, que es el único mediador ante el Padre.
Lo
afirma, sin rodeos, el Concilio Vaticano II:
“Todo
el influjo salvífico de la Santísima Virgen a favor de los hombres
no es exigido por ninguna necesidad ineludible, sino que nace del
divino beneplácito y de la superabundancia de los méritos de
Cristo; se apoya en su mediación, depende totalmente de ella y de la
misma nace todo su poder y, lejos de impedir la unión inmediata de
los creyentes con Cristo, la fomenta” (Lumen
Gentium 60)
¿Cómo influyó María en la redención objetiva?
San
Lucas concluye el acontecimiento de la anunciación con la aceptación
de María (Lc 1, 26-38) “Hágase
en mí según tu palabra”.
Esto quiere decir que Dios esperó el sí de María para realizar la
encarnación; que María, con su sí, influyó en que se produjera la
redención.
El
hecho de la encarnación pertenece a la redención objetiva. Por
tanto, María influyó en la redención objetiva tanto cuanto lo hizo
en la encarnación.
¿Cómo está María presente en la redención subjetiva?
La
presencia de María en la redención subjetiva es por ser la madre
espiritual de los miembros de Cristo. “María
es verdaderamente madre de los miembros de Cristo por haber cooperado
con su amor a que naciesen en la Iglesia como fieles, que son
miembros de aquella cabeza”
(LG 53)
María
es la madre que intercede por los miembros de Cristo para obtenerles
los dones de la salvación. “María,
asunta a los cielos, no ha dejado esta misión salvadora, sino que,
con su múltiple intercesión, continúa obteniéndoles los dones de
la salvación eterna. Con su amor materno cuida de los hermanos de su
Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligro y ansiedad hasta
que sean conducidos a la patria bienaventurada” (LG
62)
María
es la figura y el modelo del cristiano
María
es la perfecta discípula de Cristo, que acogió con generosidad la
palabra de Dios y la llevó al más perfecto cumplimiento. Ser
cristiano es aceptar a Dios, llevarlo en el corazón por medio del
Espíritu y darlo a los hombres, María fue santificada desde el
principio de su ser como persona, ella es la plenitud del Espíritu
que santifica a los hombres y les otorga el derecho de llamarse sus
hijos.
2º.-
Aspecto eclesial
El
misterio de Cristo sigue presente en la historia por medio de la
Iglesia, ella debe transmitir y hacer asequible a todos los hombres
el mensaje salvador de Cristo. “La
realidad de la Iglesia no se agota en su estructura jerárquica, en
su liturgia, en sus sacramentos, ni en su ordenamiento jurídico. Su
esencia íntima, su principal fuente de eficacia santificadora ha de
buscarse en su íntima y vital unión con Cristo”
(Pablo
VI. Discurso de cierre de la 3ª sesión del Concilio Vaticano II)
María
es la realización más acabada de la esencia de la Iglesia por su
perfecta unión con su Hijo. Se puede afirmar que conocemos a la
Iglesia en la medida que conocemos a María, ya que “el
conocimiento de la verdadera doctrina católica sobre María será
siempre la llave de la comprensión del misterio de Cristo y de la
Iglesia” (ibidem)
Relación
de María con la Iglesia, según el C. Vaticano II
María
es un miembro de la Iglesia, redimido
de una manera sublime; es un miembro singular, excepcional e
irrepetible. Su unión con Cristo es tal que
“es
la parte mejor, la parte principal y la más selecta de la Iglesia”.
La
maternidad de María, engendrando a Cristo en su seno, es
figura de la maternidad de la Iglesia que engendra a los miembros de
su Cuerpo místico.
María
es el prototipo de la Iglesia por su fe, su caridad y su unión
con Cristo, ella realiza en sí misma cuanto los seguidores de su
Hijo pueden desear como meta del compromiso cristiano.
María
es ejemplo de la santidad de la Iglesia.
“La
Iglesia ya llegó a la perfección en este miembro ejemplar. Los
demás fieles aún debemos esforzarnos para crecer en la santidad y
por eso levantamos los ojos a María, que brilla ente toda la
comunidad de los elegidos como modelo de virtudes” (LG
65)
María
es la Madre de la Iglesia.
“
Proclamamos a María Santísima Madre de la Iglesia, es decir, Madre
de todo el Pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores,
que la llaman Madre amorosa, y queremos que, de ahora en adelante,
sea honrada e invocada por
todo el pueblo cristiano con este gratísimo título” (Pablo
VI, 21 de noviembre de 1964, en la clausura de la 3ª sesión del C.
Vaticano II) (Grandes aplausos refrendaron la declaración
pontificia)
María
es consuelo y ayuda para
todos en las dificultades del camino. Bien lo saben todos sus devotos
que, diariamente, se encomiendan a su protección maternal. Son
incontables las gracias y favores, de todo tipo, obtenidos por
intercesión de María, en todos los tiempos y en todos los lugares.
Se puede decir que allí donde haya un necesidad, allí está María
para cooperar a su solución de la mejor manera posible, aunque no
siempre lo entendamos.
María
es signo de esperanza para
el pueblo peregrinante. María, asunta al Padre, muestra en su
persona la meta definitiva de la Iglesia: la glorificación de todos
los redimidos junto a Cristo Redentor.
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