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sábado, 10 de septiembre de 2011

12.- LOS POBRES DE YAVÉ

 

La pobreza en el Antiguo testamento:
Al principio, la pobreza era un signo del castigo de Dios y la riqueza el fruto de su bendición. Dios premiaba o castigaba la conducta humana con abundancia o carencia de bienes materiales.
Esta concepción de la pobreza y de la riqueza, en los primeros tiempos, estaba relacionada con una idea confusa e imperfecta de la retribución ultraterrena.
La retribución ultraterrena.
Los que mueren se reúnen con sus antepasados en el seol”, “la casa de reunión de todos los vivientes” (Job 30, 23) Llama la atención que, en el libro de Job se llame vivientes a los muertos. El pueblo de Israel concibe la vida de ultratumba como una sombra, sin valor y sin alegría. El seol es un agujero, un pozo, una fosa (Sal 30, 10) (Ez 28, 8) “Todos están destinados a morir, a ir a la morada subterránea” (Ez 31, 14) Del seol no se puede salir. “El que baja al seol no sube más” “ (Job 7, 9) Allí duermen los santos y los impíos en un desamparo total. “Descender al seol, colmado de días, después de una vejez dichosa, para reunirse con su pueblo” (Gen 25, 8), es la suerte común de la humanidad.
En este contexto de concepción de la vida ultraterrena prospera el concepto de pobreza como castigo de Dios y de riqueza como bendición divina.

Justos e impíos
Un segundo paso en la concepción del seol es la división de los vivientes en justos e impíos. “Las muchedumbres de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para la eterna vergüenza y confusión” (Dan 12, 2)
Los fracasos personales o nacionales descubrieron a Israel que él, a pesar de ser el pueblo elegido por Dios, no era el más rico ni el más poderoso y que, a veces, el impío triunfa y es feliz, mientras que el justo vive en la miseria o es perseguido.

Espiritualización de la pobreza
En el proceso de espiritualización de la pobreza, se deshace la equivalencia: riqueza igual a bendición de Dios y pobreza igual a castigo de Dios. Los profetas desempeñan un papel fundamental en este proceso de espiritualización, denunciando las injusticias y atropellos de los poderosos. Hacen notar que los pobres suelen ser religiosos, mientras los ricos no respetan el nombre santo de Dios.
El profeta Sofonías predice el día de Yavé, que purificará al pueblo y se reservará en él un “resto”, heredero de las promesas. “Dejaré en medio de ti, como resto, un pueblo humilde y modesto, que esperará en el nombre de Yavé” (Sof 3, 12)
El pueblo del futuro será el de los pobres y santos, que integran el “resto”, heredero de las promesas. Ya no se trata de una pobreza causada por las dificultades de los tiempos sino, ante todo, de una actitud religiosa que busca refugio en el nombre de Yavé. “Buscad a Yavé los humildes de la tierra, los que practicáis su ley; buscad la justicia, buscad la mansedumbre; quizá quedaréis al abrigo de la ira de Yavé” (Sof 2,3)
La Alianza hecha con todo el pueblo se cambia en Alianza con el “resto”, los pobres y humildes; ellos ocupan el primer puesto en el reino futuro.

Características del concepto de pobreza en el A.T.
La carencia de bienes materiales es un elemento de la pobreza. 
Causas de la pobreza 
La indolencia y vaguedad de las personas y especialmente de la opresión de los poderosos.
El pobre indolente tiene el mal en sí mismo, y también el remedio. La pobreza es escandalosa cuando es causada por la opresión de los poderosos sobre los débiles. 
La pobreza causa indefensión social, los indigentes no pueden ejercer sus derechos ante la venalidad de los tribunales que se dejan sobornar por los ricos. En esta situación brota una abundante tipología de pobres: extranjeros, esclavos, jornaleros, huérfanos y viudas. 
El clamor de los pobres llega al cielo y Dios escucha este clamor y hace suya su causa de todos los oprimidos.
La irrupción de Dios en el escenario riqueza-pobreza produce un gran cambio en la valoración de la pobreza.
El pobre, despojado de otros recursos, incluso por desprendimiento personal, se refugia en Dios y pone su esperanza en Dios liberador.  El pobre siente el abandono de los que le rodean, la incapacidad de los bienes terrenos para llenar el corazón humano y busca la seguridad en la protección de Dios.

En esta perspectiva, la pobreza pasa a ser una actitud, una toma de conciencia del protagonismo de Dios, ante el cual, el pobre se despoja de su autosuficiencia y de las seguridades humanas. El pobre pasa a ser “piadoso”, pronto a cumplir la voluntad de Dios. Los salmos están llenos de expresiones, hechas oración, de esta religiosidad.

Los pobres en el N.T.
El evangelio de la infancia de San Lucas presenta una serie de figuras con la espiritualidad de los “pobres” de Yavé. Personas llenas del Espíritu que, por su familiaridad con Él, distinguen los signos de los tiempos y reconocen al Salvador que llega vestido de humildad.
Simeón y Ana: Son dos modelos perfectos de esta espiritualidad. Su vida interior y su apertura al Espíritu les hacen reconocer al Mesías Salvador que llega como niño pobre y humilde (Lc 2, 25-36)
Los pastores: También pertenecen a los pobres de Yavé, por eso no se sorprenden ante el anuncio del ángel: “Encontraréis al Salvador y como señal un niño recostado en las pajas de un pesebre”.
Los dirigentes judíos esperaban que el Mesías llegase como un gran rey, con gran poder y majestad. No es extraño que no le reconocieran en la humildad de un niño.
A los pastores les bastó la señal del ángel; vieron al niño, le adoraron, le ofrecieron sus dones y volvieron contando lo que habían visto.

La espiritualidad de los pobres de Yavé está expuesta en muchos pasajes de los evangelios:         
a) Las bienaventuranzas son la línea maestra de esta espiritualidad (Mt 5,3-11)
b) La invitación de Jesús a ser como niños si queremos entrar en el reino de los cielos (Lc 18,17) El niño, hacia dentro, es inseguro y pone su confianza en quien le protege; es un ser indefenso, pendiente de quien le ama y ayuda.
c) En los evangelios hay una contraposición permanente entre los soberbios y los humildes. “Te alabo, Padre, porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos y las revelaste a los pequeñuelos” (Mt 11,25)
Los sencillos reconocen la llegada de la salvación; los soberbios: escribas, sacerdotes y fariseos, la ignoran. Esto mismo sucederá después, durante la vida pública de Jesús y el proceso contra Él, los “pobres” aclaman al Mesías mientras los poderosos le persiguen y condenan.



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