TRISTE ES LA SOLEDAD, ALEGRE LA COMPAÑÍA; LA TUYA SERÁ PERFECTA SI TE ACOMPAÑA MARÍA.

sábado, 10 de septiembre de 2011

13.- MARÍA, LA POBRE DE YAVÉ

 

Según San Lucas, María entra de lleno en la categoría de los pobres de Yavé, como su mejor representante.
En la Anunciación: “He aquí la esclava del Señor...” (Lc 1,38): en la Visitación: “Miró la pequeñez de su esclava.. “ (1,48).
La esclava está siempre disponible para secundar la voluntad de su ama. “Como están los ojos de la esclava fijos en los ojos de su señora, así nuestros ojos en Yavé, nuestro Dios” (Sal 122,2.
En los salmos son abundantes los textos con los mismos sentimientos que María recoge en el canto del Magníficat, donde destaca su  espiritualidad  como pobre de Yavé.

Análisis del Magníficat.
Sus fuentes son un cosido de textos del A.T. El paralelismo más destacado lo encontramos en el cántico de Ana.


Magníficat (Lc1, 46-55)                                                         Cántico de Ana (ISam 2,1-7) 
               
Mi alma canta la grandeza                                    Mi corazón exulta en Yavé, porque me he
del Señor (46)                                                                  gozado en su socorro (1)
y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador (47)
porque ha puesto los ojos en la humildad
de su esclava, por eso, desde ahora, todas las
generaciones me llamarán bienaventurada  (48)
porque ha hecha en mí maravillas el Poderoso,
Santo es su nombre (49)                                                                 Santo es su nombre (2)
  
y su misericordia alcanza de generación
en generación a los que le temen (50).
Desplegó la fuerza de su brazo,                                 El arco de los fuertes se ha quebrado
dispersó a los soberbios de corazón (51).                       Los débiles se ciñen de fuerza (4)
Derribó a los potentados de sus tronos                          Yavé enriquece y despoja (6)
y exaltó a los humildes (52)                                              humilla y exalta (7)

A los hambrientos colmó de bienes                                  Los hartos se contratan por pan,
y a los ricos despidió vacíos (53).                            Cesan de trabajar los hambrientos (5)
Acogió a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia (54),
a favor de Abraham y de su linaje
por siempre (55).

Actitudes religiosas de María:

Reconocimiento. Reconoce la grandeza de Dios, el Santo, el Salvador, el Poderoso. María experimenta la fuerza del poder de Dios, sabe que para Él nada hay imposible; el saber se torna evidencia ante la preñez de su prima y ante su propia maternidad virginal.
Yavé había prometido un Salvador y María es testigo de su llegada. Reconoce la acción de Dios sobre Ella y prorrumpe en alabanzas. La oración de alabanza encierra el reconocimiento de la propia pequeñez ante la grandeza soberana de Dios.

Humildad. La exaltación de María a Madre de Dios no cambió lo más mínimo su interior. Ella sigue siendo la esclava del Señor.
El canto del Magníficat gira sobre dos polos: la acción grandiosa de Dios y  la pequeñez de María. Sus palabras reflejan una actitud de humildad y de verdad, contrarias a la falsa humildad que no reconoce los dones de Dios y se ensoberbece, como si no los hubiese recibido gratuitamente por parte de Dios.
María reconoce los dones recibidos y los refiere a Dios, como a su fuente. Su sencillo corazón brota en alabanzas a Dios, por tanta maravilla.

Cooperación. “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Es la aportación personal de todo su ser a la obra de Dios; con una disponibilidad absoluta, sin condiciones.
María no coopera pasivamente, dejando hacer a Dios; su cooperación es activa. Se fía de Dios y le sigue hasta el fin, con todas las consecuencias.
Dios se suele servir, para realizar sus planes, de los que se entregan a Él con absoluta humildad y confianza. Todo en María tiene explicación: Ha conocido a Dios en la historia de su pueblo y sabe que nunca ha fallado su palabra. 
Ella, con fe y confianza, emprende su camino, con la certeza de que no le faltará la ayuda de Dios para que sus planes, por sorprendentes que parezcan, lleguen a feliz término. La fe de María no tiene límites. María, la pobre de Yavé, pone su seguridad en Dios. 
Nada le importa no comprender plenamente sus planes: contraviniendo todas las seguridades humanas, se pone en manos de Dios, consciente de que su pobreza se convertirá en inmensa riqueza por la segura intervención del Todopoderoso. El instrumento humano e imperfecto se tornará adecuado y perfecto en manos del Omnipotente.

Alegría. Comprobado el signo, brota la alegría en su corazón y en sus labios. María. La Hija de Sión ha sido inundada de Dios y se ha obrado en ella la maravilla anunciada por los profetas.
María siente la alegría de la fidelidad de Dios para con su pueblo. Vive la fe en las promesas y en la certeza de su cumplimiento.
Las promesas anunciaban la liberación, Ya ha llegado el Libertador. Con la Encarnación del Hijo de Dios ha dado comienzo la obra de liberación sólo vislumbrada en al A.T.
¡Qué habrían dado todos los profetas por presenciar este día! El justo y piadoso Simeón, con el Niño Jesús en sus brazos, expresó fielmente el sentir de todos los profetas anteriores. “Ahora, Señor, puedes ya dejar ir a tu siervo en paz, según tu palabra; porque han visto mis ojos tu salud, la que has preparado ante la faz de todos los pueblos; luz para la iluminación de las gentes y gloria e tu pueblo, Israel” (Lc 2, 29-32)
María exalta la grandeza de Dios que sigue obrando la liberación de los pobres y rechazando a los orgullosos. Es un anticipo de las Bienaventuranzas de Jesús, sacado intuitivamente de la lectura y meditación de los textos sagrados del A.T.
“Todas las generaciones me llamarán bienaventurada”, María profetiza lo que sucederá en la Iglesia de Jesús, a lo largo de los siglos. El culto cristiano a María, Madre de Dios, permanecerá para siempre en la Iglesia.

















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