María es madre de todos los hombres porque, de alguna manera, les ha dado y les sigue dando la vida espiritual. Si no fuese así, el título de madre estaría vacío de contenido y carecería de sentido.
La vida del espíritu viene a la humanidad por la redención de Cristo y María es nuestra madre por su colaboración a la obra de la redención.
Fundamentos bíblicos:
La proclamación de María como Madre espiritual de los hombres, representados en San Juan .
Desde el principio, los santos Padres establecieron el paralelismo entre Cristo y Adán, por un lado, y entre María y Eva, por otro (ver nº 5)
Escribe San Ireneo: “Así como Eva, teniendo un esposo, Adán, pero permaneciendo virgen, por su desobediencia fue causa de muerte para sí misma y para toda la raza humana, así también María, desposada y, sin embargo, virgen, por su obediencia se convirtió en causa de salvación, tanto para sí como para todo el género humano.. El nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María; porque lo que la virgen Eva había fuertemente ligado con su incredulidad, la virgen María desligó con su fe”.
Los autores posteriores retomaron el tema del paralelismo y lo completaron al explicar el texto de San Pablo: “Así como por la desobediencia de un solo hombre todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos” (Rom 5, 19)
El paralelismo, a finales del siglo IV, puede sintetizarse en lo siguiente:
San Pablo presenta dos figuras centrales: Adán y Cristo; pero por paralelismo, junto a ellos, aparecen subordinadas y asociadas Eva y María. Eva unida a Adán en la culpa; María unida a Cristo en la reparación.
El paralelismo gráficamente sería:
Satanás ........Adán – Eva...... Pecado y muerte del hombre.
Dios...............Cristo –María... Redención y vida del hombre.
El contexto histórico – teológico de la maternidad espiritual de María no es la cruz sino la encarnación. María quedó asociada a la obra redentora de Cristo con el sí de la anunciación; en ese momento histórico dio comienzo la redención de la humanidad.
Los santos Padres pusieron el fundamento de la maternidad espiritual de María en su consideración de nueva Eva. En el siglo IV, escribió San Epifanio: “Por la virgen María se introdujo la Vida misma en el mundo de manera que Ella dio a luz al Viviente y es madre de los vivientes”.
María tomó parte activa en la redención objetiva (ver nº 2) al lado de Cristo, desde el instante en que dio libremente su consentimiento para que el Verbo se encarnase en su seno.
María asociada a Cristo por el dolor
A propósito del dolor de María, Juan Pablo II ha escrito: “En María los numerosos e intensos sufrimientos se acumularon en una tal conexión, que si bien fueron prueba de su fe inquebrantable, fueron también una contribución a la redención de todos. En realidad, desde el antiguo coloquio con el ángel, Ella entrevee, en su misión de madre, el “destino” a compartir de manera única e irrepetible la misión misma del Hijo. Y la confirmación de ello le vino bastante pronto, tanto de los acontecimientos que acompañaron el nacimiento de Jesús en Belén, cuanto del anuncio formal del anciano Simeón, que habló de una espada muy aguda que le traspasaría el alma, así como de las ansias y estrecheces de la fuga precipitada a Egipto, provocada por la cruel decisión de Herodes. Más aún, después de los acontecimientos de la vida oculta y pública de su Hijo, indudablemente compartidos por Ella con aguda sensibilidad, fue en el calvario donde el sufrimiento de María santísima, junto al de Jesús, alcanzó un vértice ya difícilmente imaginable en su profundidad desde el punto de vista humano, pero ciertamente misterioso y sobrenaturalmente fecundo para los fines de la salvación universal. Su subida al calvario, su “estar” a los pies de la cruz junto al discípulo amado, fueron una participación del todo especial en la muerte redentora del Hijo” (Salvifici doloris 25)
El concilio Vaticano II ha expuesto profusamente la doctrina de la asociación de María a la obra redentora de su Hijo.
“La Virgen santísima,... por disposición de la divina Providencia, fue en la tierra la Madre excelsa del Redentor, compañera singularmente generosa entre todas las demás criaturas y humilde esclava del Señor” (LG 61)
María cooperó a la redención objetiva, de forma efectiva y eficaz, con el sí de la anunciación, que hizo posible la encarnación y que constituyó a María en la nueva Eva.
“Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó de forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra madre en el orden de la gracia” (LG 61)
María cooperó y coopera a la redención subjetiva
María, después de su glorificación, desempeña el papel de colaboradora de Jesús; su constante intercesión obtiene para los hombres los dones de la salvación. María ama a los hombres con amor de madre y, por eso, les procura los bienes que proceden para su salvación.
María, durante su vida terrenal, colaboró al designio de Dios con plena dedicación a su Hijo; una vez asunta al cielo, colabora con la plena dedicación a la salvación de sus hijos espirituales.
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