“Estaban junto a la cruz de Jesús su Madre y la hermana de su Madre, María la de Cleofás y María Magdalena. Jesús, viendo a su Madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a la Madre : Mujer, he ahí a tu hijo. Luego dijo al discípulo: He ahí a tu Madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa” (Jn 19, 25-27
Gesto de piedad filial de Jesús
La interpretación del hecho de encomendar su Madre al discípulo Juan, supone que se trata, sobre todo, de un hecho biográfico. Jesús agonizante está preocupado por su Madre, pues Él era, desde la muerte de San José, el cabeza de familia y María estaba a su cargo.
Los santos Padres acudieron a este texto y a esta interpretación literal para probar que María no había tenido más hijos que, una vez muerto Jesús, se hiciesen cargo de ella.
La interpretación como acto de piedad filial es verdadera y necesaria, pero no agota el sentido teológico de la narración.
Sentido teológico del texto
La presencia de Juan tiene un triple significado:
a) Es el discípulo predilecto de Jesús, el que nunca le abandonó, el que recostó la cabeza sobre su pecho, el primero en creer en la resurrección.
b) Es el testigo por excelencia. “El que lo vio da testimonio y su testimonio es verdadero, él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis” (Jn 19, 35)
c) Juan es el representante de los nuevos hijos de María, los creyentes en Jesús.
a) Es el discípulo predilecto de Jesús, el que nunca le abandonó, el que recostó la cabeza sobre su pecho, el primero en creer en la resurrección.
b) Es el testigo por excelencia. “El que lo vio da testimonio y su testimonio es verdadero, él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis” (Jn 19, 35)
c) Juan es el representante de los nuevos hijos de María, los creyentes en Jesús.
El texto de Jn 19, 25-27 está situado entre cinco episodios que tienen todos una gran significación teológica, por ser el cumplimiento de las Escrituras. Son estos:
Jn 19,18: “Allí le crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado”. La crucifixión entre dos malhechores que alude a Isaías 53, 12: “Fue contado entre los pecadores”.
Jn 19, 19: “Pilato redactó una inscripción y la puso sobre la cruz”. La inscripción sobre la cruz, Jesús Nazareno Rey de los judíos, que puede aludir a Zac 9, 9: “He aquí que viene a ti tu rey”.
Jn 19, 23: “Los soldados tomaron sus vestidos e hicieron cuatro lotes, uno para cada soldado y la túnica... se dijeron: No la rompamos, sino echemos a suerte a ver a quién toca”. El reparto de las vestiduras de Jesús que alude al Salmo 22, 19: “Se han repartido mis vestidos y echan suertes sobre mi túnica”.
Jn 19, 28: “Sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, dijo: Tengo sed”. La sed de Jesús calmada con vinagre que alude al Salmo 69, 22: “En mi sed me dieron a beber vinagre”.
Jn 19, 31: “A Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza”. La lanzada en el costado que alude a Zac 12, 10: “Verán al que traspasaron” y a Ex 12, 46: “No quebrantaréis ninguno de sus huesos”.
La unidad de los textos anteriores obliga a interpretar que el texto de Jn 19, 25-27 contiene también una significación teológica y que en él también se cumple la Escritura.
¿A qué Escritura puede aludir? El mismo texto da una pista importante al poner la palabra “mujer”. En Gen 3,15 se dice: “Pongo enemistad perpetua entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te pisará la cabeza y tú acecharás su calcañar”.
Se trata de un enfrentamiento entre dos poderes.
El enfrentamiento comienza entre dos individuos, la serpiente y la mujer, el diablo y Eva; continúa entre dos colectividades, el linaje del diablo y el de la mujer y concluye en dos individuos, Jesús y el diablo.
El enfrentamiento comienza entre dos individuos, la serpiente y la mujer, el diablo y Eva; continúa entre dos colectividades, el linaje del diablo y el de la mujer y concluye en dos individuos, Jesús y el diablo.
Si conectamos los tres textos en los que aparece la palabra “mujer”, que son Gen 3, 15, bodas de Caná y junto a la cruz de Jesús, hemos de concluir que en los tres el significado teológico profundo es que la palabra “mujer” designa a María, la Madre de Jesús.
Los hijos del diablo y los hijos de María
¿Quiénes son el linaje de la mujer de Gen 3, 15?
Entendiendo que la “mujer” se refiere a María, el linaje biológico de la “mujer” es Cristo, y el linaje por adopción es toda la comunidad de creyente en Cristo.
Cuando llegó “la hora de Jesús”, su Madre reapareció junto al Hijo moribundo y el Hijo la llama, de nuevo, “mujer”. María está junto a la cruz de Jesús por ser su Madre biológica; pero Jesús aprovecha ese momento y la declara Madre adoptiva de todos los creyentes en Él, representados por Juan, el discípulo predilecto.
Muerto Jesús, el Reinado de Dios que Él predicó debe continuar vivo en la comunidad de hijos adoptivos de María, en todos los discípulos y seguidores de Jesús, por eso Él los encomienda a su solicitud maternal. Es el regalo postrero de Jesús a sus discípulos.
Podríamos preguntarnos, ¿en el texto evangélico, fue entregada María al cuidado de San Juan o éste al cuidado de María? Según lo dicho, caben ambas interpretaciones, una en sentido literal, por ella fue encomendada a los cuidados de San Juan, y otra en sentido espiritual. Por el que todos los seres humanos, representados por San Juan, somos encomendados a los cuidados e María. Este es el sentido que prevalece y en el que más claramente pone Jesús de manifiesto la maternidad espiritual de María.
El Reino de Dios y el Reino del Diablo
La enemistad perpetua del Génesis es la lucha entre el Reino de Dios y el Reino del diablo.
Los evangelistas presentan la vida pública de Jesús como un combate contra Satán: La tentación en el desierto (Lc 4,1s); las liberaciones de posesos como prueba de que ha llegado el Reino de Dios (Mc 3, 22); el enfrentamiento de Cristo con los judíos incrédulos a los que llama “hijos del diablo” (Jn 8, 44) y “raza de víboras” (Mt 3,7).
El enfrentamiento entre Satán y Jesús alcanza su cenit en la pasión y muerte de Jesús.
“Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será arrojado fuera” (Jn 12, 31).
El juicio se realizara con la victoria definitiva sobre el diablo, príncipe de este mundo. Esta victoria fue iniciada en el desierto, continuada en la vida pública y se consumada con la muerte y resurrección de Jesús.
La enemistad perpetua continúa entre los hijos de Dios y los del Diablo, hasta la segunda venida del Señor, la hora definitiva de Jesús. A los creyentes en Jesús no les debe extrañar ser perseguidos por los hijos del Diablo, representados por los poderes de este mundo. Los seguidores del Reino de Dios serán ultrajados, calumniados, perseguidos y martirizados por los seguidores del Reino de Satán. Así está escrito, así ha sucedido a lo largo de toda la historia del cristianismo y así seguirá sucediendo hasta el final de los tiempos.
La última palabra de este singular combate la dirá el Señor en su segunda venida; entonces será la hora del triunfo definitivo sobre los poderes del mal, la hora de recoger cada uno el fruto de sus obras.
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