TRISTE ES LA SOLEDAD, ALEGRE LA COMPAÑÍA; LA TUYA SERÁ PERFECTA SI TE ACOMPAÑA MARÍA.

sábado, 10 de septiembre de 2011

38.- EL AVE MARÍA

“Dios te salve, María, llena eres de gracia”.
Son las palabras de saludo que el ángel dirige a María en la Anunciación.    San Lucas escribe su evangelio en griego y escribe estas dos palabras: “Jaire, kejaritomene”(Lc 1, 28) que literalmente hay que traducir por “alégrate, llena de gracia”.

La palabra jaire fue traducida al latín por la palabra “ave”, así lo hizo San Jerónimo en la Vulgata, y al español se ha traducido por Dios te salve”, que no indica correctamente el sentido de “alégrate” porque, a primera vista, más parece indicar el deseo de que María sea salvada por Dios, lo que es del todo improcedente porque ya está salvada y redimida de forma especialísima desde el primer instante de su concepción.
Los romanos se saludaban con las palabras “ave” o “salve” que, igual que la griega jaire, significan “alégrate”, “regocíjate”. Leemos en Jn 19, 3 que los soldados romanos para burlarse de Jesús, le saludaban, diciendo” ¡Salve, rey de los judíos!

¿Cuál es el motivo del regocijo de María?
Pueden ser varios:
  
Ella es “la pobre de Yavé”, en su humildad no ha llegado ni a pensarlo, pero se le pueden aplicar muchos textos de la Sagrada Escritura:
“Mi alma espera en Yavé, El es mi auxilio y mi escudo” (Sal 33, 21)
“Haz de Yavé tus delicias y te dará lo que tu corazón desea” (Sal 37, 4)
“Tus preceptos son mi heredad para siempre, pues constituyen el gozo de mi corazón” (Sal 119, 111)
“Tus mandamientos  son mis delicias” (Sal 119, 143)
“En Yavé se gloriará mi alma” (Sal 37, 3)
“Alégrense y regocíjense en Ti cuantos te buscan” (Sal 70, 5)

Ella es “Kejaritomene”, llena de gracia. La gracia de María es la manifestación de la generosidad de Dios que le ha hecho objeto especial de su favor. El participio kejaritomene está empleado a modo de nombre propio, lo que aumenta la fuerza de su significado. La piedad y la teología cristianas han sacado de este “llena de gracia” todas las grandezas de María.
Se le va a dar una gran noticia: “Has hallado gracia delante de Dios, y concebirás en tu seno y darás a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo” (Lc 1, 30-32)
Es el gozo mesiánico anunciado por los profetas. “Dad gritos de gozo y de júbilo, moradores de Sión, que grande es en medio de ti el Santo de Israel” (Is 12, 6) “Grita de gozo y regocíjate, hija de Sión, pues ya vengo a morar dentro de Ti” (Za 2, 14) “Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén, he aquí que viene a ti tu rey” (Za 9, 9)

La alegría cristiana

“Alegraos siempre en el Señor; de nuevo os digo: alegraos... El Señor está cerca. Por nada os inquietéis, sino que, en todo tiempo, en la oración y en la plegaria, sean presentadas a Dios vuestras peticiones acompañadas de acción de gracias” (Flp 4, 4-5)
La Palabra de Dios, por boca de San Pablo, insta a la alegría en el Señor, Él es la fuente de la alegría y de la paz. La alegría del corazón es el fruto del buen obrar, de la conciencia tranquila y de la paz de Dios.
La alegría del hombre de Dios se hace patente a todos los que con él se cruzan, no se puede ocultar cuando brota con fuerza del manantial del Señor por medio de la oración diaria. El hombre de Dios, aun en medio de las calamidades y sufrimientos de la vida, goza de la alegría y de la paz de Dios. “Reboso de gozo en todas mis tribulaciones” (II Cor 7, 4) escribía San Pablo.

“El Señor es contigo”
Equivale a decir: El Señor te acompaña, te asiste y te protege para que puedas llevar a cabo la misión que te ha encomendado.
No es la primera vez que esta expresión aparece en la Sagrada Escritura. Cuando Moisés dudó de estar capacitado para sacar a su pueblo de Egipto, “Dios le dijo: Yo estaré contigo” (Gen 3, 12) Cuando Yavé ordenó a Josué  conquistar la tierra prometida, le dijo: “Yo seré contigo, como fui con Moisés” (Jos 1, 5) “¿No te mando Yo? Esfuérzate y ten valor; nada te asuste, nada temas, porque Yavé, tu Dios, irá contigo adondequiera que vayas” (Jos 1, 11)
Eco de estas últimas palabras son las tan conocidas de Santa Teresa de Jesús: “Nada te turbe, nada te espante; todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta”.

“Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre” (Lc 1, 42)
Toda la historia de Israel es la historia de la bendición prometida a Abraham (Gen 12,3): “Bendeciré a quienes te bendigan y maldecirá a quienes te maldigan. Serán bendecidas en ti todas las familias de la tierra”  Esta bendición inicial fue ampliada y confirmada con las hechas a Isaac y Jacob. La razón de todas ellas es el Mesías que será descendiente de Abraham y que fue dado al mundo como “fruto bendito” del “seno bendito” de María.

¿Qué significa la expresión “bendita seas, María”? Es una expresión de entusiasmo ante María por haber sido elegida por Dios, pero este entusiasmo no se detiene en María sino que se remonta hasta Dios, por ser Él la fuente de toda bendición. “Bendita seas, María” es una confesión pública del poder de Dios y una acción de gracias por su generosidad.
Es, además, una invitación a cantar las alabanzas de Dios, como lo hace María: “Mi alma engrandece al Señor y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador” (Lv 1, 47) También María es objeto de las alabanzas de todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho maravillas en Ella.
Bendecir es “bien decir” de alguien, es alabar sus virtudes, es hablar bien de alguien; por el contrario “maldecir”, literalmente, es hablar mal de alguien, cubrir a alguien de improperios.

“Santa María, Madre de Dios.....”
La primera parte del Avemaría es una oración de alabanza y de alegría, la segunda es una plegaria de reconocimiento del misterio de su grandeza; ser la Madre de Dios es el principal de todos sus títulos, origen y fuente de todos los demás. La doncella santa, pura transparencia de Dios, fue preparada y adornada con todos los dones por haber sido la elegida para ser la Madre del Hijo de Dios. De ahí que, para mí, la mejor forma de representar a María es en la forma de madre con el Niño Jesús en sus brazos y  la mejor alabanza que le puedo tributar  es cantarla en su misterio glorioso de Madre de Dios. Nuestro mundo está muy necesitado de la ternura que desprende la imagen de la Madre con el Niño en su regazo. Por supuesto, todas las otras formas de representar a María son muy válidas, pues todas ellas recuerdan alguno de sus atributos y pueden inducir a devoción a sus fieles devotos; pero la imagen que realza su divina maternidad nos remite a la fuente de todas sus grandezas.
En esta segunda parte del Avemaría hay, además, una oración de petición. El pueblo cristiano, entusiasmado ante la grandeza a la que María ha sido elevada por Dios y consciente de la propia fragilidad, implora la maternal protección de María, como cualquier hijo desobediente ante el padre acude al corazón sensible de la madre para que interceda por él. No es porque la madre ame más al hijo que el padre, ni porque el padre sea menos bondadoso, sino por la forma como el hijo los percibe a ambos.
El ruego hecho a María contiene dos muy diferentes: Uno, el “ahora”, que dice relación al tiempo de peregrinaje, al momento presente, a los acontecimientos de cada día y el otro, al instante final, al momento de abandonar la vida terrestre y pasar a la casa del Padre. Si en el “ahora” es importante contar con la protección de la Madre, ¡cuánto más lo será en el instante supremo!
Que María. Madre de Dios y Madre nuestra atienda nuestra oración en el momento presente y nos acoja en su regazo maternal al final. Si dulce es vivir bajo la protección de tal Madre, también lo será morir ante la serenidad de su rostro, lleno de dulzura y esperanza.



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