TRISTE ES LA SOLEDAD, ALEGRE LA COMPAÑÍA; LA TUYA SERÁ PERFECTA SI TE ACOMPAÑA MARÍA.

sábado, 10 de septiembre de 2011

37.- LA RELIGIOSIDAD POPULAR

Introducción: En los temas anteriores he tratado de situar la devoción a María en el contexto de la verdad revelada, tal como es vivida en la Iglesia. En los dos temas restantes quiero situar esta devoción dentro del campo de la religiosidad popular.
Actualidad de la religiosidad popular
La religiosidad popular, en general, representada por las peregrinaciones a los santuarios, las fiestas patronales, las procesiones y romerías, las diferentes devociones a la Virgen María y a los santos, el rosario, el vía crucis, las novenas y los triduos,  se puedeconsiderar como un conjunto de gestos de fe expresados por el pueblo cristiano en una determinada situación eclesial (región, pueblo, época histórica, etc).
Una característica propia de la religiosidad popular es no concordar completamente con el contenido eclesial de la fe o de sus gestos litúrgicos.
La religiosidad popular es una respuesta elemental a las necesidades psicológicas del ser humano. Sus objetivaciones (festividades, imágenes, oraciones, etc) son polivalentes; bajo una misma forma exterior pueden esconderse una fe profunda, un fanatismo religioso o un afán de manipulación.
La religiosidad popular ha acompañado siempre al ser humano en todas las religiones. Después del Vaticano II, como fruto del despertar religioso, ha crecido su estudio e interés, tanto en sí misma como en relación con la liturgia.

Valoración teológica de la religiosidad popular
La religiosidad popular es una expresión de la fe y de la búsqueda de Dios; por tanto, debe integrarse en el único culto al único mediador: Jesucristo. No sería cristiana si se diese fuera de esta perspectiva. Todas las formas de religiosidad popular deben estar incorporadas en el culto a Cristo, que es el centro vital de toda religiosidad.
Esta unidad de fe pone de manifiesto la necesidad de evangelizar la religiosidad popular para ajustarla, tanto en las formas como en los valores que promueve y en las verdades que ofrece, a la confesión de la fe expresada en la liturgia.
La religiosidad popular no se puede utilizar como adormidera de los pueblos, ni como consuelo de los humildes, sino como una buena oportunidad para llegar “al corazón de las masas”(EN 57) e incrementar en ellas los auténticos valores de la religiosidad popular que, según Pablo VI, son los siguientes: “Sed de Dios, capacidad de generosidad y sacrificio, hondo sentido de los atributos de Dios, paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana y aceptación de los demás” (EN 48).

Religiosidad popular y liturgia.
La liturgia de la Iglesia expresa en plenitud el sentido del culto cristiano, celebra el misterio pascual y lo comunica eficazmente a los fieles. Toda manifestación de la religiosidad popular debe tomar de la liturgia, como de su propia fuente, su fe y su compromiso de vida.
La religiosidad popular debe ser evangelizada, en primer lugar, para que lleve a los fieles a la mesa de la Palabra y a la mesa de la Eucaristía para que todos se reúnan, alaben a Dios en medio de la Iglesia en en el sacrificio y coman de la cena del Señor”(SC 10). Igualmente debe ser evangelizada para llevar a los fieles a que resplandezca en ellos la fraternidad cristiana, que es la expresión viva del amor de Dios entre los hombres.
La liturgia, teniendo presente la dimensión humana, comunitaria y simbólica del culto cristiano, debería acoger las diversas formas y manifestaciones de la religiosidad popular, siempre que sean compatibles con las celebraciones litúrgicas, por ejemplo: Celebraciones de la Palabra adaptadas a los diversos tiempos fuertes del año litúrgico o a las grandes festividades.
La liturgia debe descubrir en la religiosidad popular la presencia velada de Dios”(AG 9), las semillas del Verbo” LG 11) que pueden ser”una preparación evangélica”(LG 16). La labor pastoral es hacer que esas semillas fructifiquen y lleven a los fieles a la aceptación personal de la Palabra de Dios y a la vivencia del misterio cristiano.
La religiosidad popular tiene gran poder de convocatoria, pero se queda, con frecuencia, en mero espectáculo de masas. Es imprescindible que se convierta en motor de fraternidad, de integración social, de concordia y de apertura a los demás.
Los ejercicios de religiosidad popular como el rosario, el vía crucis, el vía lucis, las novenas, etc. será conveniente que adquieran un carácter más litúrgico, enriqueciéndolos con textos de la Sagrada Escritura; para que contribuyan a su purificación de elementos ajenos a la liturgia y, sobre todo, a la profundización en la fe y a la educación de la actitud religiosa, llevándola a una línea más evangélica. El rito debe ponerse al servicio de las personas para llevarlas a Dios y a la fraternidad cristiana.




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