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sábado, 10 de septiembre de 2011

23.- LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA

¿Qué significa concepción inmaculada?
Formulación negativa: María fue concebida  sin pecado original.
Formulación positiva: María, desde el primer instante de su concepción, tiene una santidad plena, una plenitud de gracia.

Fundamentos bíblicos del dogma de la Inmaculada Concepción:
Este dogma no está afirmado, explícita y directamente, en ningún texto de la Sagrada Escritura. En consecuencia, todas las pruebas a su favor son indirectas.
La Inmaculada Concepción es una exigencia de la maternidad divina de María, vista en el capítulo anterior. También en capítulos anteriores hemos analizado el saludo del ángel  a María llamándola “llena de gracia”y el texto de Gen 3,15: “Pondré enemistades entre ti y la mujer”.

Evolución histórica del dogma de la Inmaculada Concepción:
Desde el principio surgió una gran dificultad: La redención universal de Cristo. “Cristo Jesús, se entregó a sí mismo para redención de todos” ( I Tim 2, 6)
María no pudo ser una excepción; también ella fue redimida por Cristo. La redención supone un pecado; suponer que María estuvo contaminada por el pecado va contra  su santidad, porque Ella es la “llena de gracia”.
Hasta el siglo XIII no se encontró la solución a esta dificultad, que hizo fracasar los esfuerzos de grandes teólogos y devotos de la Madre de Dios.
Aún hoy día, fuera de la Iglesia Católica, esta dificultad retiene a muchos teólogos serios en abierta oposición al dogma católico.

La comparación Adán con Cristo y Eva con María.
Esta comparación fue iniciada por Justino y desarrollada por San Ireneo y la teología posterior. Las dos mujeres colaboraron, Eva para la muerte con su desobediencia y María para la vida con su fe y obediencia.
Con esta comparación se puso en circulación una idea de gran influencia en la maduración posterior del dogma de la Inmaculada Concepción: María está asociada a Cristo en la victoria sobre el pecado; María y Jesús forman grupo aparte, son las primicias de una humanidad restaurada y segregada del pecado.

Hasta el Concilio de Efeso (431)
Padres griegos:
San Gregorio Nacianceno supone una purificación de María antes de la anunciación. La santidad de Dios que se va a encarnar de María, exige esa previa purificación. No afirmó el santo la concepción inmaculada de María porque requeriría la concepción virginal y eso sólo de Cristo puede creerse.
El teólogo y sacerdote Orígenes sostiene la santidad de María, pero al enjuiciarla con el dogma de la redención universal de Cristo, rebaja la santidad de María y dice que no tuvo pecado grave pero sí deficiencias en la fe. 
El mismo recorrido hacen Tertuliano, San Basilio, San Cirilo de Alejandría y San Juan Crisóstomo. Es necesario conceder que María tuvo pecado leve para salvaguardar las dos verdades de fe: la redención universal de Cristo y la santidad de su Madre.
Las tesis de estos Padre griegos son meras hipótesis teológicas; no pueden ser consideradas como testimonios de fe.
San Efrén, gran devoto de María, da un paso más. No afirma la concepción inmaculada, pero sí que en Ella no hay impureza alguna. “Es verdad, Tú y tu Madre sois los únicos completamente bellos; porque en Ti, Señor, no hay mancha alguna, ni en tu madre alguna impureza”.

Padres latinos:
San Agustín tuvo gran influencia en los grandes teólogos de la Edad Media. Este es su testimonio acerca de la santidad de María: “Sobre la santa virgen María, por el honor de Dios, no quiero que se ponga cuestión alguna cuando se trata de pecados”. Aquí está la idea motriz en la evolución del dogma de la Inmaculada Concepción: “La santidad requerida en María en virtud de su vocación a ser la Madre de Dios”.
Por otra parte, San Agustín defiende que la naturaleza humana no es intrínsecamente mala, sino en virtud del pecado original, que se trasmite por la concupiscencia del acto sexual; el pecado original es contraído y, por tanto, su daño no es irrecuperable. La curación viene por el “renacimiento”, es decir, por el bautismo. Todo el contexto de San Agustín  invita a sospechar que no creyó que María fue exenta del pecado original.
Las reflexiones de San Agustín delimitaron el problema de la santidad y de la redención de María. El santo doctor negó todo pecado personal en María y explicó su redención con la presencia del pecado original. Así quedan constatadas la redención universal de Cristo y la limpieza absoluta de María carente de todo pecado personal.

De Efeso al siglo XIV.
En oriente, la euforia por la definición del dogma de la maternidad divina de María llevó a los autores posteriores a preocuparse menos en buscar los defectos de María y en acentuar más su santidad.
Afloró la idea de la santidad total, ya desde su concepción y María es predicada como la santa, la toda hermosa, la pura y sin mancha.
En la época bizantina se afirmó la santidad de María en frases como éstas: María ha estado siempre en gracia de Dios, ha sido semejante a Eva sin pecado, ha sido justificada en el seno materno, ha sido la siempre bendita, la sola bendita.
Los especialistas en patrología griega opinan que en estas expresiones hay ya una formulación positiva de la Inmaculada Concepción.

En occidente, se da el caso curioso de que, mientras los teólogos se muestran contrarios al dogma, el pueblo sencillo afirma, cada vez con más fuerza, que el pecado no pudo estar nunca en el alma de María.
Las dos ideas de San Agustín frenaban la evolución del dogma. Grandes teólogos y devotísimos de María, como San Anselmo, San Bernardo, San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino fueron incapaces de superar la dificultad.

El paso decisivo
Hacia el año 1128, el teólogo Edmero de Inglaterra defendió la doctrina de la Inmaculada Concepción. Se fundó en la profunda intuición de la piedad popular, a la que dio más valor que al orgullo de los sabios.
Edmero no resuelve la dificultad de la redención universal de Cristo; pero sí la proveniente de la trasmisión del pecado original por la concupiscencia inherente al acto sexual. Dice que el acto por el que fue engendrada María fue la envoltura dentro de la cual María vino a la existencia, pero sin mancharse, como la castaña pilonga nace dentro de una piel con pinchos sin que estos se le claven. Concluye con este argumento: Dios pudo hacerlo, quiso hacerlo, luego lo hizo.

El paso final:
En la segunda mitad del siglo XIII, Guillermo de Ware defendió la gracia concedida a María, diciendo que fue en virtud de la redención preservativa de Cristo. Es la primera vez que se nombra este concepto, con el que se pretende solucionar la dificultad de la universabilidad de la redención de Cristo. 
Duns Escoto, discípulo de Guillermo de Ware, desarrolló y divulgó la idea de la redención preservativa, que no sólo no exceptúa a María de la redención universal, sino que la hace objeto de una redención más excelente. La redención de Cristo es más excelsa preservando que redimiendo. María hubiera tenido pecado original si no hubiera sido preservada de contraerlo. A partir de Escoto quedó resuelta la gran dificultad, que tanto entorpecía la evolución del dogma.

Del siglo XIV a la definición dogmática.
Si en el siglo XIII la doctrina de la Inmaculada Concepción era combatida por los teólogos más eximios, contra la opinión del pueblo fiel; en el XV, pasó a ser una doctrina ampliamente aceptada.
En 1476, Sixto IV aprobó la misa y el oficio de la fiesta de la Inmaculada Concepción.
En 1497, la Universidad de París hizo el voto de defender la doctrina inmaculista y lo exigió a sus alumnos antes de la colación de los grados académicos. A finales del siglo XVII, eran 150 universidades las que habían adoptado la misma medida.
En 1661, Alejandro VII afirmó, en la Bula Sollicitudo omnium ecclesiarum, que todos los católicos admiten la Inmaculada Concepción de María.El alma (de María) fue preservada inmune de la mancha del pecado original en el primer instante de su creación e infusión en el cuerpo, por especial gracia y privilegio de Dios, en vista de los méritos de Jesucristo, Hijo suyo, redentor del género humano”.
En 1708, con la Bula Commisi vobis, Clemente XI  elevó a fiesta de precepto la fiesta de la Inmaculada Concepción de María, a celebrar el 8 de diciembre.
La historia del dogma de la Inmaculada Concepción de María es un proceso de revelación por el que el Espíritu Santo da a conocer a su Iglesia el dato antiguo de la Escritura: María, llena de gracia, lo fue en orden a su maternidad divina.

No es un dogma nuevo, sino el conocimiento más profundo de la santidad de la Madre de Dios, la “llena de gracia”.

En 1849, Pío IX consultó a todos los obispos del orbe para que le manifestasen su sentir y el de sus fieles, en relación con la doctrina sobre la Inmaculada Concepción de María. Se recibieron 603 respuestas: favorables a la definición como dogma 546; favorables, pero que consideraban la definición inoportuna 52; desfavorables 5.
Quedó expedito el camino para la solemne definición dogmática de la Inmaculada Concepción de María.




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