No hay ningún fundamento explícito en la Sagrada Escritura ; sí los hay implícitos, como veremos a continuación. La Escritura marca la orientación que será desarrollada por el quehacer teológico, poniendo de manifiesto la Tradición de la Iglesia y el sensus fidei (el sentido de fe) del pueblo cristiano.
EVOLUCIÓN DEL DOGMA DE LA ASUNCIÓN DE MARÍA:
Los cuatro primeros siglos:
El P. Belarmino Bagatti, ofm., uno de los mejores arqueólogos de tierra santa, afirma sobre el sepulcro de María: “Tiene todas las características de los sepulcros del siglo I, fue venerado ya en el primer siglo de nuestra era, junto a él se leía el relato de la Dormición de María; anualmente los judeocristianos, inspiradores del documento y guardianes de la tumba, celebraban la fiesta, al menos hasta el siglo IV; cuando se encargaron del sepulcro los cristianos procedentes de la gentilidad fue transformado en santuario, rodeado de una iglesia y adornado ricamente”.
Situación del tema a mediados del siglo IV:
La podemos resumir así: Persuasión generalizada de la santidad de María, Madre de Dios; ignorancia de las circunstancias del fin de su vida; existencia en Jerusalén de una fiesta en honor de María que se celebraba a mediados de Agosto.
San Epifanio escribe a los cristianos de Arabia, hacia el año 377, y les dice que la Escritura no dice nada sobre el final de la Virgen María ; que él cree que ha existido algún prodigio, pero no se decide por cuál: muerte natural, martirio o subida al cielo sin pasar por la muerte.
La idea de la Asunción es expresada con claridad en el Pseudo-Melitón, antes del Concilio de Efeso, probablemente a finales del siglo IV. Según el autor, Cristo resucitó a su Madre y la llevó al cielo. Como base de esa afirmación indica la maternidad divina de María, su virginidad y la unión con su Hijo.
Hasta la Edad Media :
En el siglo V abundan los relatos apócrifos sobre el tránsito de María, recogiendo leyendas anteriores. Los apócrifos despiertan la imaginación del pueblo cristiano que estaba persuadido de que María no pudo sufrir la humillación del sepulcro; es éste un sentimiento impreciso pero que se va haciendo irresistible. Para poder llegar, con el tiempo, a las afirmaciones del dogma será necesaria la reflexión teológica que reconozca y separe lo que hay de leyenda y lo que hay de fe en tales escritos.
Un anónimo del año 570 escribe: “En el valle de Josafat se encuentra la basílica de Santa María, se dice que allí se halla la morada donde ella abandonó su cuerpo”.
Se celebra la fiesta del 15 de Agosto, que se llamaba de la Dormición de María y, en algunos lugares, de la Asunción. Se predican homilías en la fiesta. Se conserva un sermón de Teodosio de Alejandría, predicado el año 366, en él pone a la maternidad divina de María como razón fundamental de su glorificación. Con esta glorificación se verificó la redención plena de María. La glorificación de María tiene la dimensión de ser constituida embajadora de la humanidad, una embajadora suplicante.
Edad Media:
El emperador Mauricio (+ 602) fijó la fiesta del 15 de Agosto para toda la Iglesia , y siguió llamándose fiesta de la Dormición de María. Entre los años 609 y 687 se celebra en Roma con el nombre de fiesta de la Asunción de María.
A partir del siglo VIII abundan los testimonios patrísticos sobre la Asunción de María: San Modesto de Jerusalén, San Germán de Constantinopla, San Andrés de Creta, San Juan Damasceno, etc.
En el siglo IX, el abad de Corbie, Pascasio Radberto, escribió la carta “Cogitis me”, en la que ni rechaza ni confirma la Asunción , afirma la muerte gloriosa de María, pero no cree los apócrifos.
Pascario centró el problema teológico y dio de lado los detalles de los apócrifos. Como consecuencia, se frenó, durante los siglos X y XI el entusiasmo hacia la total glorificación de María.
A principios del siglo XII, surge el tratado “De Assumptione, de autor anónimo. Admite que la Escritura no dice nada sobre María después de Pentecostés; pero, que la razón, iluminada por la fe, puede aportar algo: Da por hecho que María murió, pero no puede aceptar que su cuerpo virginal pasase por la corrupción del sepulcro; cree que María ha resucitado, en virtud de su dignidad de Madre de Dios y porque Cristo honró a su Madre de esa manera.
Así apareció el razonamiento teológico que establece la relación entre la creencia piadosa y el conjunto del dogma mariano.
La teología de los siglos XII y XIII insiste en el razonamiento teológico y busca las colecciones de testimonios de los Santos Padres. En la época de oro de la Escolástica , cuatro razones fundamentales a favor de la Asunción :
+ La unidad física de Jesús y María.
+ El pecado original es causa de muerte, María no lo tuvo, luego no debió morir.
+ Para que María pueda ser nuestra abogada e intercesora, ella no debe tener necesidad de implorar su propia resurrección.
+ Un hijo honra a su madre cuanto puede; María no estaría plenamente honrada si no estuviese glorificada.
La situación del dogma de la Asunción , a finales del siglo XV, es la siguiente: en el campo de la teología, es una piadosa creencia; y en la piedad de los fieles es una afirmación común de la Iglesia.
Del siglo XVI hasta la definición del dogma:
En el siglo XVI, las opiniones de los grandes teólogos muestran que la piadosa creencia en la Asunción de María se abre camino en el sentir de la Iglesia.
Melchor Cano: “Negar este privilegio es gravemente temerario, porque va contra el común sentir de la Iglesia ”.
Suárez: “La doctrina no es de fe, pero sí común, de suerte que ningún fiel puede rechazarla, ni dudar de ella, ni negarla, sin temeridad”.
Domingo de Soto: “No es artículo de fe, pero ha de ser creído piadosamente”.
En el siglo XVIII, el cardenal Lambertini, futuro Benedicto XIV, escribió: “La Asunción no es artículo de fe, es una opinión piadosa. Pero la razón teológica y el culto público la muestra tan profundamente enraizada en la Iglesia , que sería temerario negarla. No es, pues, una opinión libre. Sin estar definida ni formal, ni equivalentemente por la liturgia, se impone a la fe, gracias a la unanimidad del asentimiento cristiano”.
A mediados del mismo siglo se empieza a pedir la definición dogmática.
En 1942 se publican dos volúmenes con las peticiones recibidas en Roma hasta 1940: Piden la definición 113 cardenales, 18 patriarcas, 2505 obispos, 383 Vicarios capitulares, 32.000 sacerdotes y religiosos, 5000 religiosas y millones de fieles. Las Universidades se unen a la petición.
Pío XII, en 1946, escribe la Encíclica “Deiparae Virginis” en la que pregunta a todos los obispos del mundo sobre la piadosa doctrina de la Asunción de María.
La mayoría de los obispos respondió con entusiasmo. Las pocas dudas que surgieron no lo fueron sobre el hecho, sino sobre la oportunidad.
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