TRISTE ES LA SOLEDAD, ALEGRE LA COMPAÑÍA; LA TUYA SERÁ PERFECTA SI TE ACOMPAÑA MARÍA.

sábado, 10 de septiembre de 2011

32.- LA MATERNIDAD ESPIRITUAL DE MARÍA (II)

 
Sentido de la maternidad espiritual de María:
La madre biológica es la que, mediante el proceso de fecundación, engendra y da la vida a un nuevo ser, al que trasmite su dotación genética.
Madre adoptiva es la que, con un título extrínseco y legal, atribuye a un ser, que biológicamente no es suyo, los derechos propios de los hijos biológicos.
Cuando un bebé es adoptado tiene dos madres, la biológica y la adoptiva. Las dos contribuirán a su desarrollo armónico hasta llevarle a la edad adulta; una, mediante la dotación genética; la otra, con el cariño, los cuidados y la educación.

 ¿Es más madre una que otra? ¿Cuál es más?
María es la madre biológica de Jesús, y es la madre espiritual de los hombres o madre en el orden de la gracia. María no es sólo madre adoptiva de los hombres, es mucho más porque su maternidad ejerce un influjo real en cuanto a la comunicación de la vida sobrenatural. La adopción humana acoge a un ser ya existente, la madre espiritual le hace nacer a una nueva existencia, le hace participar de la vida divina.

Doctrina de la Iglesia sobre la maternidad espiritual de María:
Es una doctrina constante a lo largo de los siglos. San Agustín escribió: “María es madre espiritual no de nuestra cabeza, el Salvador,... sino de los miembros del Salvador, que somos nosotros, porque ha cooperado con su caridad al nacimiento de los fieles en la Iglesia, los cuales son miembros de la cabeza, y de esta cabeza es Ella madre corporal”.
La maternidad de María hacia los hombres es un patrimonio común en la enseñanza de la Iglesia, en la devoción de los fieles y en la proclamación de la liturgia. Los testimonios son  muy abundantes para ser reseñados.
Bástenos citar a Pablo VI, el Papa que consagró el título de María, Madre de la Iglesia. El 13 de Mayo de 1967, en la Exhortación Apostólica Signum Mágnum, escribió: “María es madre de la Iglesia, no sólo por el hecho de ser madre de Jesucristo y su más íntima compañera en la nueva economía, sino también porque resplandece ante toda la comunidad de los elegidos como ejemplo de virtudes.
Así como toda madre humana no puede limitar su misión a la procreación de un nuevo ser, sino que debe extenderla a la alimentación y educación, así se comporta ciertamente la virgen María. Después de participar de forma tan estrecha en el sacrificio de su Hijo mereció ser proclamada por Él madre no solamente del discípulo Juan, sino también de todo el género humano, representado en Juan, sigue ahora en el cielo desempeñando su misión maternal, con la que ayuda a engendrar y aumentar la vida divina en cada una de las almas de los redimidos. Es esta una verdad muy consoladora y, por la libre voluntad de Dios, es parte integrante del misterio de la salvación, por lo que debe ser tenida como de fe por todos los cristianos”.

La teología católica fundamenta la maternidad espiritual de María en estos cuatro títulos:

Ser la madre física de Jesús:
Jesús es quien nos da la vida espiritual. “Yo he venido al mundo para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16). “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida; nadie va al Padre sino por mi” (Jn 14,6). “Nosotros, siendo muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo” (Hch 12,5)
María, engendrando a Jesús, Cabeza del Cuerpo místico, engendró a todos los miembros del mismo.

Su asociación con Cristo en la obra de la redención:
María ha engendrado al género humano a la vida sobrenatural cuando consintió en ser la Madre del Redentor y cuando unió sus dolores y su pasión a los dolores a la Pasión de su Hijo para nuestra redención. María nos engendró en la aceptación y en el dolor.

Su amor y solicitud maternales:
María ve en los seres humanos la prolongación de su Hijo, son los otros miembros del Cuerpo Místico, y a todos ama y favorece con solicitud de madre para que logren vivir la vida de gracia y de unión con su Hijo, para que la conserven y aumenten.

Jesús agonizante nos la entregó como madre:
“Jesús, viendo a su Madre y junto a Ella al discípulo a quien amaba, dijo a su Madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa” (Jn 19, 26)).
Es la proclamación oficial por parte de Jesús de la maternidad espiritual de María.

¿Cómo realiza María su misión de madre?
Con todos, mediante su acción suplicante ejercida sin cesar, dada la permanencia de su maternidad.
Con los bautizados, además de la súplica, María ejerce una acción peculiar en la generación y desarrollo de la vida divina; con su influencia personal lleva a los bautizados la plenitud de la vida de gracia y de unión con Cristo.
María comunicó y sigue comunicando la vida sobrenatural en tres momentos: en la encarnación del Verbo, en virtud de su maternidad divina, nos concibió a la vida sobrenatural, puesto que todos somos “hijos en el Hijo”; en la muerte de Jesús nos mereció la vida sobrenatural asociando sus méritos a los de su Hijo y desde el cielo nos da a luz transmitiéndonos la Vida de Jesús de la que Ella participa de modo eminente.

 




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