Apocalipsis significa “revelación”; en este contexto es revelación de los juicios de Dios sobre el mundo y sobre la Iglesia.
El libro fue escrito, sobre los años 96-98 de nuestra era, por Juan, el discípulo predilecto de Jesús. Era el único apóstol vivo, muy querido en todas las iglesias y estaba desterrado a la isla de Patmos por el emperador Diocleciano; allí recibió la inspiración divina para escribir el libro. Tal es la tradición cristiana, representada por San Ireneo, Clemente de Alejandría y San Jerónimo.
Finalidad del Apocalipsis:
El fin del libro es acrecentar la fe y mejorar el estado de ánimo de los cristianos, un tanto alicaídos, ante las persecuciones de que eran objeto.
Contexto histórico.
La fe de los primeros cristianos se vio rápidamente turbada por los acontecimientos de su entorno; al principio, por los judíos, que originan tensiones, incluso entre los mismos apóstoles; y después, por los romanos que, ante el empuje de la fe cristiana, hicieron a los cristianos blanco de calumnias y objeto de crueles y sangrientas persecuciones.
Jesús había declarado la suerte que le esperaba y que la condición del discípulo no puede ser mejor que la del maestro. La realidad confirmó las predicciones.
Los cristianos sabían todo esto, pero no contaban con que las persecuciones sangrientas se prolongasen tanto y se retrasase tanto la victoria de la fe. ¿Qué podían ellos hacer siendo escasos en número, pobres de cultura y de recursos y con la opinión pública en contra? ¿Cómo podían luchar contra el Imperio romano, poderosamente organizado, penetrado de paganismo, que contaba con el apoyo de las fuerzas humanas y de las religiones paganas?
En el ambiente cristiano de final del primer siglo son cotidianas las palabras “testigo” y “testimonio”, están en la vida de todos; es grande, también, la expectación por la parusía, la segunda venida del Señor que será el triunfo completo sobre el mal y que muchos creen inminente.
El género apocalíptico:
Dramatiza en el plano celeste todo lo que sucede en el plano terrestre, quiere desligarse del presente y trasladarse al futuro de forma harto artificiosa, puesto que el vidente no puede desligarse del presente, para el que escribe y en el que quiere influir.
El estilo apocalíptico es alegórico, con abundantes visiones imaginarias en las que entran en acción los elementos de la naturaleza; los ángeles son como los directores de orquesta. Con apariencias de precisión cronológica emplea cifras aritméticas que sólo son números simbólicos. Las comparaciones que hace son únicamente aproximaciones, como queriendo decir que las realidades de que hablan superan toda compasión posible.
En este contexto se entenderán mejor los principales elementos simbólicos del capítulo doce del Apocalipsis: la mujer, el niño, el dragón, los dolores, el desierto, etc.
En este contexto y con este estilo escribe San Juan el libro, en el que describe la lucha entablada entre Dios y el Cordero contra el dragón y sus satélites: la bestia, el falso profeta, los reyes de la tierra, aliados de la bestia. El número y el poder de los enemigos es grande y mayor aún la rabia que los anima; pero, en contra está el poder de Dios y del Cordero, Rey de reyes y Señor de señores.
La lucha es feroz, mas la victoria del Cordero es segura y será seguida por el juicio de Dios, que dará a cada uno según sus obras.
El Apocalipsis es la revelación de Jesucristo triunfante, podríamos llamar a este libro “Evangelio de la resurrección”, ya que es el relato del triunfo de Cristo y de las esperanzas cristianas.
Fuentes del capítulo doce del Apocalipsis:
Fuentes mitológicas: Desde la India a Roma existía antiguamente la creencia en un salvador, que nacería de una diosa a la que perseguiría un monstruo, símbolo del mal. Es el mito de la mujer y el dragón. La diosa daría a luz felizmente a su hijo y éste vencería al monstruo, llenando el mundo de alegría.
Es posible y hasta verosímil que San Juan haya tenido alguna influencia del mito; aunque hay notables diferencias entre la mujer vestida de sol y la diosa; en el Apocalipsis el hijo no se enfrenta al dragón, sino que es arrebatado al cielo y la atención se centra en la mujer, que sigue expuesta al odio del dragón.
Fuentes del Antiguo Testamento:
Son las más inmediatas por ser las más conocidas de San Juan. El pueblo elegido de Dios sufrió la experiencia de la persecución, desde su estancia en Egipto hasta la dominación romana, sufrió en sus carnes el más cruel exilio.
También sus grandes personajes, los reyes y los profetas, en especial, son frecuentemente perseguidos por su amor y su fidelidad a Yavé. Los libros del Antiguo Testamento están llenos de estas persecuciones y de las súplicas de los justos a Yavé para que los libre de las mismas.
De algunas persecuciones se sirve Yavé para castigar las infidelidades de su pueblo, como la cautividad de Babilonia. Otras son padecidas por los justos, precisamente por ser justos, ya que el impío no puede soportar la presencia del justo, que delata su propia maldad; por eso, le persigue, le calumnia y trata de exterminarle.
”Pongamos garlitos al justo, que nos fastidia y se opone a nuestro modo de obrar” (Sap 2,12). “Probémosle con ultrajes y tormentos y veamos su resignación y probemos su paciencia. Condenémosle a muerte afrentosa, pues, según dice, Dios le protegerá” (Sap 2, 19-20)
Comparación de textos de Ap 12 con algunos del A.T.:
La mujer: “Apareció en el cielo una señal grande, una mujer vestida de sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre la cabeza una corona de doce estrellas, y, estando encinta, gritaba con los dolores del parto y las ansias de parir” (Ap 12, 1-2) En Isaías 26,17, se dice: “Como la mujer encinta, cuando llega el parto, se retuerce y grita en sus dolores”.
El hijo varón: “Parió un varón, que apacentará a todas las naciones con vara de hierro” (Ap 12, 5). El salmo 2,8-9 dice: “Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. Pídeme y haré de las gentes tu heredad, te daré en posesión los confines de la tierra. Los regirás con cetro de hierro y los romperás como vasija de alfarero”.
El dragón: “Apareció en el cielo otra señal, y vi un gran dragón de color de fuego” (Ap 12, 3).Daniel 7,7, dice: “Vi la cuarta bestia, terrible, espantosa, fuerte sobremanera, con grandes dientes de hierro; devoraba y trituraba y las sobras las machacaba con los pies”.
El desierto: “La mujer huyó al desierto, en donde tenía un lugar preparado por Dios”. (Ap 12, 6) Se dice en Ex 13, 18: “Yavé hizo (al pueblo de Israel) rodear por el camino del desierto, hacia el mar Rojo. Los hijos de Israel subían en buen orden desde Egipto.”
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