La fe María está enraizada en su actitud de “pobre de Yavé”. Su apertura a la voluntad de Dios no tiene límites, su confianza en Dios es total. El ángel le dice al saludarla: “El Señor está contigo” (Lc 1,28). Es una frase que expresa el apoyo excepcional de Dios para conseguir algo difícil.
Leemos en Gen 3,11-12: “Moisés dijo a Dios: ¿Y quién soy yo para ir al faraón y sacar de Egipto a los hijos de Israel? Dios le contestó: Yo estaré contigo y ésta será la señal de que soy yo quien te envía”.
Leemos en Gen 3,11-12: “Moisés dijo a Dios: ¿Y quién soy yo para ir al faraón y sacar de Egipto a los hijos de Israel? Dios le contestó: Yo estaré contigo y ésta será la señal de que soy yo quien te envía”.
Momento trascendental en la historia de la humanidad: Dios espera la respuesta de María. En esa respuesta están puestos los planes divinos, María es libre para aceptar o rechazar.
María, llena de fe y de confianza en Dios, responde: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (1,38)
María sabe, por las enseñanzas de sus padres y por la oración en la sinagoga, que Dios es fiel a sus promesas y que es todopoderoso. Con esta fe firme tomó una decisión tan importante, con la seguridad de que su debilidad será sostenida por el poder y la fidelidad de quien la llamaba a esa misión. La fe de María le impulsa a una actitud de disponibilidad para secundar los planes de Dios, aunque no le sean totalmente comprendidos.
Contenido de la fe de María.
¿Comprendió María que el hijo que iba a engendrar, por virtud del Espíritu Santo, era verdaderamente hijo de Dios, poseedor de su misma naturaleza divina?
Los teólogos se dividen en varias opciones, que resumimos a tres:
Opción maximalista: Los que opinan que María poseyó, desde el primer momento, un conocimiento perfecto de la divinidad de su futuro hijo.
Según estos teólogos, la fe de María fue iluminada por un conocimiento excelente y único de la realidad de su hijo; ese conocimiento, sin sombra ni lentitud, aportaba una idea clara y verdadera de su maternidad divina y por tanto, de la divinidad de su hijo.
Opción minimalista: Los que estiman que María no supo nada de su maternidad divina hasta después de la resurrección de Jesús, momento en el que, junto a los demás discípulos, descubrió su divinidad.
Los títulos que el ángel atribuye al futuro hijo de María, ella los entiende en el sentido que tenían en el A.T., es decir, como títulos del futuro Mesías.
Para que los entendiera en sentido de una maternidad divina, habría necesitado una iluminación especial sobre el misterio de la Trinidad , de lo cual no hay prueba alguna. María. Por tanto, vivió ajena a la comprensión cabal de su maternidad divina.
Opción intermedia: Los que estiman que María conoció, mediante la revelación del ángel, aunque de manera confusa, su maternidad divina y que este conocimiento se fue aclarando poco a poco a lo largo de toda su vida.
¿Qué razones avalan esta opinión intermedia?
A) Jesús será el Mesías prometido por Dios y esperado por el pueblo de Israel.
“Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y llamado Hijo del Altísimo y le dará el Señor Dios el trono de David, su padre, y reinará en la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin” (Lc 1, 31-33)
“Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y llamado Hijo del Altísimo y le dará el Señor Dios el trono de David, su padre, y reinará en la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin” (Lc 1, 31-33)
El ángel atribuye al hijo de María unos títulos (los he puesto en letra negrita) que bien pueden ser los apropiados para el Mesías. Jesús sería el Mesías, el heredero de las promesas hechas a los patriarcas, el esperado con ansia por el pueblo.
Este argumento vendrá avalado por los mismos Apóstoles de Jesús que no le identificarán con el Hijo de Dios sino con el Mesías, entendido como un hombre extraordinario, querido de Dios como hijo predilecto, que resolverá los problemas del pueblo y le llevará a un periodo de esplendor, formando un reino de paz y concordia en un plano material, con grandes beneficios para el pueblo oprimido. Por eso, los Apóstoles ambicionaban los primeros puestos de ese reino (Mc 10, 35-40)
B) Jesús será Hijo de Dios.
“El Espíritu vendrá sobre ti y la virtud del altísimo te cubrirá con su sombra y, por eso, el hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios” (Lc 1,35)
“El Espíritu vendrá sobre ti y la virtud del altísimo te cubrirá con su sombra y, por eso, el hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios” (Lc 1,35)
Hay aquí dos alusiones al A.T.:
1ª. -“El Espíritu Santo vendrá sobre ti”. Evoca el Espíritu creador de Gen 1,2: “El Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas”.
2ª- “La virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra”.
Sin duda, es una clara alusión a la nube de Ex 40, 34: “La nube cubrió el tabernáculo y la gloria de Yavé lleno la habitación”
Sin duda, es una clara alusión a la nube de Ex 40, 34: “La nube cubrió el tabernáculo y la gloria de Yavé lleno la habitación”
La sombra de la nube sobre el tabernáculo es el signo de la presencia de Yavé. María, cubierta por la virtud o el poder del Altísimo, quedará llena de la presencia de Dios
Belleza y delicadeza para indicar la intervención divina, frase poética, ambientada en la literatura bíblica, rehuyendo el antropomorfismo que pudiera resultar grosero en el momento de la concepción del Hijo de Dios.
"Por eso", por ese motivo, por esa causa, es una expresión que invita a considerar que, siendo el Espíritu Santo la causa de la presencia de Dios en María, los títulos de “santo” e “Hijo de Dios”, otorgados al fruto de esa concepción milagrosa y excepcional, son algo más que títulos mesiánicos.
Conclusiones:
Es claro el fundamento de la fe de María: La confianza en el poder de Dios.
Es muy difícil aclarar el contenido de la fe de María. Entre las diversas opiniones de los teólogos, la más plausible puede ser la intermedia.
Todo esto nos lleva a pensar que se puede vivir la confianza en Dios en la penumbra de las dudas de fe, propias de la imperfección de nuestro conocimiento en esta etapa terrena de nuestra salvación.
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