TRISTE ES LA SOLEDAD, ALEGRE LA COMPAÑÍA; LA TUYA SERÁ PERFECTA SI TE ACOMPAÑA MARÍA.

sábado, 10 de septiembre de 2011

25.- MARÍA, LA SIEMPRE VIRGEN

 Introducción: La virginidad de María ha tenido gran influencia en la teología, en la espiritualidad, sobre todo monástica, y en la devoción de los fieles.  De tal modo se identifica a María con la virginidad que su nombre más corriente es “La Virgen”.

Para el estudio de la virginidad de María dividiremos el tema en dos partes, una como consagración personal y la otra como integridad corporal.


VIRGINIDAD DE MARÍA COMO SU CONSAGRACIÓN PERSONAL
Esta primera forma de acercarnos a la virginidad de María es ver su voluntad de permanecer virgen de por vida, es decir, de abstenerse de todo comercio carnal, como algo exigido por su consagración a Dios.
Los símbolos de la fe
Ambos atestiguan que, desde el principio, la virginidad de María está presente en la fe de la Iglesia.
“Nació de Santa María Virgen” (Símbolo de los Apóstoles). “Se encarnó de Santa María, la Virgen (Símbolo de Nicea - Constantinopla). 
Partiendo  de los símbolos de la fe, necesariamente hemos de concluir que la vida de María fue una vida de consagración a Dios como realización de su vocación a la maternidad divina.

¿Cuándo empezó María, conscientemente, la vida de consagración a Dios que lleva incorporada, como elemento indispensable, la virginidad?

San Lucas pone en boca de María este interrogante: “Cómo sucederá esto, puesto que yo no conozco varón? (Lc 1, 34)
El “no conozco varón” supone una decisión de María. Esta decisión pudo haber sido tomada antes de la anunciación, lo que supondría una especie de voto o propósito de virginidad, o puede haber sido tomada a partir de la anunciación, porque, en ese momento María habría comprendido que Dios le pedía la plena consagración a su vocación de Madre. En virtud del “no conozco varón”es dudoso determinar el “cuándo”; lo único totalmente claro es la fe de la Iglesia en la “siempre virgen María”.

La interpretación tradicional

Es la que se inclina a favor del voto de virginidad que, por coherencia interior, le dificulta prestar su consentimiento al plan propuesto por el ángel.
Así lo defienden San Agustín, en occidente, y San Gregorio de Niza, en oriente. Después, hasta el siglo octavo en  occidente y hasta el décimo en oriente no hay testimonios de esta interpretación; desde entonces, teólogos de reconocido prestigio la han sostenido sin interrupción hasta hoy.
La expresión no conozco varón interpretan que no se refiere sólo al pasado, sino que expresa una decisión tomada anteriormente y que abarca todo el futuro.

Dificultades y soluciones.

Primera: Virginidad de María y promesa de matrimonio 
Antes de la visita del ángel, María había celebrado los esponsales con José, ¿Cómo se compaginan estos esponsales con el voto de virginidad?
No hay una respuesta totalmente convincente; pero, podemos intentar  una solución indagando en el contexto judeocristiano de los primeros tiempos, en los que existía la costumbre de vivir en común una virgen y un monje.
Esta costumbre también la practicaba la secta de Qunram, donde había miembros casados que vivían en continencia. El historiador Filón habla de mujeres célibes, que vivían agregadas al monasterio masculino cercano al lago Mareotis, junto a Alejandría.
Esta costumbre arraigó entre los primeros cristianos procedentes del judaísmo; aunque más tarde fue combatida por San Juan Crisóstomo, en el siglo IV y también en occidente suscitó serias reservas.
¿Encaja con esta costumbre el matrimonio de María con José? No lo sabemos. Lo cierto es que Dios tiene sus planes, ocultos y misteriosos a los ojos humanos y que sus caminos no suelen ser los de los hombres.

Segunda: La virginidad en el Antiguo Testamento.
El ambiente del Antiguo Testamento era opuesto a la virginidad. Por el contrario, la maternidad era el anhelo profundo de toda mujer israelita porque todas querían ser antecesoras del Mesías esperado. La esterilidad sumía a la mujer en la desgracia, la vergüenza y el fracaso.
El hombre, por muy poderoso que sea, no puede hacer fecunda a la mujer estéril; es algo reservado a Dios quien lo hace para anunciar un gran misterio. Las esposas de los tres grandes patriarcas de Israel fueron estériles y Dios les concedió descendencia para mostrar el misterio de la elección gratuita de Israel como pueblo de Dios.
Sara, esposa de Abraham, era estéril y despreciada por su esclava Agar (Gen 16,4s); Rebeca, esposa de Isaac, era estéril (Gen 25,21); Raquel, esposa estéril de Jacob, grita a su marido:”dame hijos o me muero” (Gen 30,1)
Es cierto que el voto de virginidad choca frontalmente con el anhelo de maternidad; pero, también es cierto que es en el contexto de las promesas de la Alianza donde se puede encontrar la preparación a la virginidad cristiana.

La intervención de Dios
Dios hace fecundas a las esposas de los patriarcas para mostrar que los  portadores de las promesas vinieron a la vida, no por el camino normal, sino por la intervención de su omnipotencia.
María recibió, en la anunciación, el signo de que su prima Isabel, que   era estéril, estaba encinta de seis meses, porque para Dios nada hay imposible.
Dios, que hizo fecundas a las esposas estériles de los tres grandes patriarcas, intervino en la anunciación para hacer madre a María, que era virgen y quería seguir siéndolo. Tal vez, María comprendió, en ese momento, que su voto de virginidad no estaba reñido con la maternidad que se le anunciaba.

Significado de la virginidad como consagración personal
La virginidad como consagración personal tiene un significado de gran importancia y es que la consagración por amor es la respuesta a otro amor más fuerte que se ha adueñado del alma.
La consagración personal a ese amor exclusivo lleva anexa la renuncia a  la actividad sexual. Es la renuncia a una cosa buena por seguir otra mejor. No sería real la consagración personal al amor si el sujeto se conformase sólo con lo que tiene de renuncia sin abrirse al nuevo horizonte, que es lo verdaderamente importante de la consagración.
La virginidad consagrada debe ser, por sí misma, apertura al amor de Dios y a todo lo que éste representa como motor de creatividad, fuente de espiritualidad y compromiso de entrega de sí mismo. María es, en este sentido, modelo y prototipo de persona consagrada y así lo ratificó a lo largo de toda su vida.


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