TRISTE ES LA SOLEDAD, ALEGRE LA COMPAÑÍA; LA TUYA SERÁ PERFECTA SI TE ACOMPAÑA MARÍA.

sábado, 10 de septiembre de 2011

36.- MARÍA EN LA LITURGIA ACTUAL DE LA IGLESIA ROMANA

El concilio Vaticano II, en la Constitución dogmática sobre la Iglesia, la Lumen Gentium, emplea todo el capítulo VIII para exponer la base doctrinal sobre la Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia (LG 52-69).
Pablo VI, en la exhortación apostólica Marialis Cultus, apoyándose en el Vaticano II, hace un inventario de la reforma litúrgica romana y pone en evidencia el puesto que María ocupa en los nuevos textos litúrgicos, guardando un perfecto equilibrio entre el maximalismo oriental clásico y el minimalismo protestante.
María está presente en la liturgia como testimonio y como modelo.
La liturgia es la celebración del pasado de Cristo, que se hace presente y operante y que anticipa el futuro de la plena salvación en Cristo.
La Iglesia contempla en María, con alegría, el fruto más excelso de la redención y también a la mujer nueva, es decir, a la hija de la humanidad que ha colaborado en el designio salvífico y que ahora, ya glorificada junto a su Hijo, se nos aparece como la imagen de todo lo que la liturgia promete a los fieles, ya que “en Ella se ha realizado el proyecto de Dios en Cristo para la salvación de todos los hombres” (MC 57).

Presencia de María en los sacramentos

En los rituales de los sacramentos, en unos más y en otros menos, se invoca a María, la Madre de Dios. Especial mención merece  el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía.
En el Bautismo: Se invoca a María en la letanía de los santos y en la profesión de fe. Las antiguas liturgias y los Padres de la Iglesia subrayan el paralelismo entre la maternidad de María y la maternidad de la Iglesia en el sacramento del bautismo.
“Justamente los antiguos Padres enseñaron que la Iglesia prolonga en el bautismo la maternidad virginal de María... María llevó la Vida en su seno; la Iglesia en el bautismo. En los miembros de aquélla se plasmó Cristo; en las aguas bautismales el regenerado se reviste de Cristo”. (MC 19)
En la Confirmación: Se invoca a María en la renovación de las promesas bautismales. La confirmación es una actualización de Pentecostés y María tuvo en aquel acontecimiento una presencia particularmente activa. Ya sabemos por lo dicho en los temas anteriores la especialísima relación entre María y el espíritu Santo.
En la Eucaristía: En convergencia con las liturgias orientales, las preces eucarísticas del misal romano contienen una significativa memoria e invocación de la Madre de Dios y ofrecen una síntesis de los vínculos entre la celebración del misterio de Cristo y la Virgen María.
Se recuerda la encarnación del Verbo en María por obra del Espíritu Santo. Es una mención antigua, universal y esencial para unir el misterio de la Eucaristía a la memoria de la encarnación.
En el canon romano se expresa de forma solemne la comunión del pueblo celebrante con María. En el recuerdo de los santos, común en las diversas liturgias, “se expresa, con intenso anhelo, el deseo de los orantes de compartir con la Madre la herencia de los hijos” (MC 10)

Presencia de María en la liturgia de las Horas.
“También el restaurado Libro de las Horas contiene preclaros testimonios de piedad hacia la Madre del Señor; en las composiciones hímnicas; en las antífonas que cierran el oficio divino de cada día; en las preces de Laudes y Vísperas y en la vastísima serie de páginas marianas debidas a autores de los primeros siglos del cristianismo, de la Edad Media y de Edad Moderna”. MC 13)
Además, todos los días, en la oración de Vísperas, la Iglesia, para expresar su agradecimiento por el don de la salvación, prolonga una tradición que se remonta al siglo V y utiliza las mismas palabras de María en el canto del Magníficat.

Presencia de María en el leccionario.
La reforma litúrgica de las lecturas ha estado orientada por el deseo conciliar de abrir a los fieles los tesoros de la Biblia.
“El leccionario contiene un número mayor de lecturas vétero y neotestamentarias relativas a la bienaventurada Virgen.. Además, conviene observar que estas lecturas no están exclusivamente limitadas a las fiestas de la Virgen, sino que son proclamadas en otras muchas ocasiones: en algunos domingos del año litúrgico, en la celebración de ritos que tocan profundamente la vida sacramental del cristiano y sus decisiones, así como en circunstancias alegres o tristes de la existencia” (MC 12)
Presencia de María en el año litúrgico: ciclo temporal.
Tiempo de Adviento. Todo él es un tiempo de espera, como lo fue todo el A.T. La liturgia de las Horas, los himnos y las antífonas destacan esta característica de la espera y el nombre de María aparece con frecuencia. La espera es la espiritualidad propia de este tiempo. María se erige como modelo para los fieles cristianos que esperan con ansiedad la doble venida del Señor, en el tiempo y en la parusía. En este tiempo se leen los evangelios de la infancia en los que María es la mujer protagonista por cuyo medio se cumplieron las promesas.
Tiempo de Navidad. Es una celebración prolongada de la maternidad divina de María. En él son muchas las referencias marianas. Además del nacimiento del Señor, se celebran la fiesta de la Sagrada Familia, la circuncisión e imposición del nombre de Jesús, la presentación en el templo y la adoración de los magos. En todas ellas, María aparece como la Madre del Salvador que lo muestra a todos para que lo acojan como Señor.
Cuaresma y tiempo de Pascua. La presencia de María en estos tiempos es escasa en occidente, en contraste con las liturgias orientales que le dan gran realce en la celebración pascual.
La escasez litúrgica de textos marianos ha propiciado, en occidente, el desarrollo de una religiosidad popular con tres focos: María al pie de la cruz, dolor de María ante su Hijo muerto y gozo de María en el encuentro con su Hijo resucitado.
Ante el vacío de actos litúrgicos en el Sábado Santo habría que favorecer celebraciones con intensa esperanza pascual, tal como, sin duda, sucedió en el corazón de María en el primer Sábado Santo de la historia. La tradición considera este sábado como el día en que toda la fe y toda la esperanza están centradas en María.
En el tiempo pascual la Liturgia de las Horas termina en Completas con el canto del Regina Coeli laetare (Reina del cielo, alégrate), que resume el gozo de la Madre ante la resurrección del Hijo.
También sería deseable que la figura de María se destacase en la fiesta de Pentecostés, ya que Ella tomó parte tan esperanzadamente activa en los días previos a la efusión del Espíritu.

Presencia de María en el año litúrgico: ciclo santoral
María ocupa un lugar especial en el ciclo santoral restaurado. El calendario está lleno de días dedicados a María, cada uno con su historia y significación.
Todas las festividades de María hacen referencia a Cristo y están en íntima conexión con su misterio. Son muchas las fiestas marianas del año litúrgico, unas universales y otras diocesanas.
El calendario del Corazón de Jesús (Taco) señala: 41 días con festividad de María, 5 días en los que concurren dos fiestas, un día con cuatro fiestas (el 12 de septiembre), un día con siete fiestas (el 15 de agosto) y un día con once fiestas (el ocho de septiembre).
Síntesis de las principales fiestas marianas enmarcadas en la significación del año litúrgico, aunque algunas, no en el tiempo:
Adviento: Concepción Inmaculada, (8/12), Anunciación del Señor (25/3), Visitación de la Virgen María (31/5).
Navidad y Epifanía: Santa Madre de Dios (1/1), Sagrada Familia (primer domingo después de Navidad), La Presentación del Señor, antes Purificación de Ntra. Señora, (2/2), Natividad de Santa María (8/9), Presentación de Ntra Señora (21/11).
Pascua: La Asunción (15/8), Santa María Reina (22/8), Ntra Señora de los Dolores (15/9), Inmaculado Corazón de María (sábado siguiente a la fiesta del Corazón de Jesús, que se celebra el viernes siguiente a la fiesta de Corpus Christi).

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