El evangelio de la infancia de San Lucas establece un paralelismo entre Juan el Bautista y Jesús. Dentro de este cuadro, hay personas que son protagonistas de los dos anuncios angélicos: Zacarías, el padre de Juan y María, la madre de Jesús. Vamos a comparar, en cuatro puntos, a ambos.
Lugar de la visión.
La visión de Zacarías está enmarcada en un clima de gran solemnidad. Se produce en Jerusalén, la ciudad preferida por Dios; en el templo, único espacio de la tierra donde Yavé ha querido habitar de modo especial; en el Sancta Sanctorum, único sagrario de la presencia de Dios en la tierra, según la fe de los judíos. Zacarías está ejerciendo sus funciones sacerdotales y, mientras ofrece el incienso, el ángel del Señor le habla, en su nombre. Todo favorece externamente la creación de un clima propicio para escuchar y aceptar la palabra de Dios.
El marco de María es totalmente distinto
En Galilea de los gentiles; en un pueblo, Nazaret, desconocido en el A.T. y desconocido para el historiador judío de la época, Flavio Josefo, un pueblo del que dijo Natanael que “nada bueno puede salir” (Jn 1,46). Contrastan los lugares, por una parte el Sancta Sanctorum, en el templo de Jerusalén; por la otra, Nazaret, un pueblo pequeño y desconocido.
En Galilea de los gentiles; en un pueblo, Nazaret, desconocido en el A.T. y desconocido para el historiador judío de la época, Flavio Josefo, un pueblo del que dijo Natanael que “nada bueno puede salir” (Jn 1,46). Contrastan los lugares, por una parte el Sancta Sanctorum, en el templo de Jerusalén; por la otra, Nazaret, un pueblo pequeño y desconocido.
El marco de María parece el menos propicio para recibir un mensaje de un ángel. Según las apariencias externas nada cabría esperar; pero, Dios ve en lo recóndito de los corazones, ha visto el interior de María y la ha escogido para la altísima misión que le comunica el ángel.
Las personas
Zacarías es un hombre perteneciente a la clase culta; como sacerdote de Yavé ocupa un puesto socialmente relevante, conoce la historia de Israel, la Alianza de Dios con su pueblo y su designio mesiánico; muchas veces ha explicado al pueblo todas estas cosas.
María es una adolescente. Nada sabemos sobre su formación cultural; probablemente se reducía a la familiar y sinagogal. Los habitantes de Nazaret no la tenían por una mujer culta, ya que se extrañan de la sabiduría de su hijo. Podemos concluir que María sólo poseía la sabiduría humana elemental de una mujer judía piadosa; pero poseía la sabiduría de Dios, en muy alto grado, fruto de su oración y de su unión personal con Dios.
Sin duda, sus padres, Joaquín y Ana, fueron modelos de piedad, pues de ellos aprendió la niña y la adolescente a ponerse en contacto con Dios por la oración y el canto de los salmos, de los que llegó a saber muchos de memoria.
El contenido del anuncio
El anuncio a Zacarías es sorprendente. Él y su mujer, Isabel, son ya ancianos, en edad inequívoca de esterilidad; no obstante, el ángel le anuncia la venida de un hijo. “Tu plegaria ha sido escuchada, e Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, al que pondrás por nombre Juan” (Lc 1, 13) Dijo Zacarías: “¿De qué modo sabré yo esto? Porque soy ya viejo y mi mujer muy avanzada en edad” (Lc 1, 18) La duda ha entrado en el corazón de Zacarías. El ángel le reprende y castiga.“Estarás mudo y no podrás hablar hasta el día en que esto se cumpla, por cuanto no has creído en mis palabras”.
Zacarías es un sacerdote y sabe que, libros sagrados narran que las tres mujeres de los tres grandes patriarcas del pueblo elegido fueron estériles: Sara, esposa de Abraham fue estéril (Gen 11,30), Rebeca, esposa de Isaac, fue estéril (Gen 25,21), Raquel, esposa de Jacob, fue también estéril (29,31). Zacarías sabe que las tres situaciones fueron superadas por Dios, para Él ”nada hay imposible” (Lc 1,30).
El hombre no puede hacer fecunda a la mujer estéril, está reservado a Dios como anuncio de un gran misterio. El anuncio a María es también sorprendente: Una virgen será madre. Virginidad y maternidad son dos términos humanamente irreconciliables, desafían las leyes de la naturaleza. María no lo entiende, y no conoce algún caso semejante narrado en los libras santos; pero, no duda, sólo pregunta cómo podrá suceder.”¿Cómo sucederá esto, pues no conozco varón? (Lc 1, 34)
El desenlace
Todo, en Zacarías, está a favor del sí. Todo, en María, está en contra de la aceptación. Sin embargo, la realidad invierte los términos y desborda las premisas. Zacarías, parapetado en sus razones y evidencias, se cierra a la petición de Dios.
Maria, cargada de argumentos para decir no, va más allá de las evidencias, más allá de los argumentos humanos, segura de que Dios la llama. Ella se funda en la fe y no en las evidencias humanas. Ella es la “pobre de Yavé” que sale de sí misma y se entrega a cumplir la voluntad del que le llama desde la penumbra, y pronuncia unas palabras que han cambiado el rumbo de la historia: “Hágase en mi según tu palabra”
“Bienaventurada la que ha creído que se cumplirá lo que se ha dicho de parte del Señor” (Lc 1,45)
María, la pobre de Yavé, cree que se cumplirá en ella lo que le ha dicho el ángel de parte de Dios. La bienaventuranza que Isabel, llena del Espíritu Santo, atribuye a María, es la primera de todo el Nuevo testamento.
María es bienaventurada por pertenecer al grupo de los pobres; Ella es la esclava (Lc 1,48), que ha creído (1,45) En María se concentran todas las esperanzas de los pobres del A.T., de los que no ponen su esperanza en los hombres, ni en las riquezas, sino en el poder de Dios. La maternidad de María es consecuencia de su fe. Isabel la proclama bienaventurada porque ha creído y lo mismo harán todas las generaciones futuras (1,48).
La palabra “bienaventurado” (makarios) la usó Jesús para proclamar sus Bienaventuranzas, con ella no se proclama la felicidad que uno ha obtenido debido a la suerte, sino la dicha del que, a través del esfuerzo, se ha hecho merecedor de esa felicidad.
El mérito de María radica en creer la palabra del ángel; su fe es valiente y arriesgada y, por tanto, meritoria. El mismo Jesús lo confirmará más tarde: “Bienaventurado el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron. Pero Él dijo: No, más bien bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lc 11, 27-28).
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